A menudo vemos cómo el fútbol se asocia con comportamientos violentos, tanto dentro como fuera del estadio. Si bien el deporte en sí promueve valores como el trabajo en equipo, el respeto y la superación personal, la pasión que despierta entre algunos aficionados puede desencadenar actitudes agresivas. Esto se observa especialmente en rivalidades intensas entre equipos, donde los hinchas pueden llegar a protagonizar enfrentamientos físicos, disturbios o, incluso, actos de vandalismo. Además, en ocasiones, los medios de comunicación y las redes sociales amplifican estas conductas, normalizándolas o incluso glorificándolas.
No obstante, sabemos que también existen numerosas iniciativas que buscan contrarrestar este fenómeno, fomentando una cultura de respeto, convivencia y no violencia en torno al fútbol. Un ejemplo de ello podría considerarse el excelente trabajo que está realizando la Real Federación de Fútbol del Principado de Asturias, apostando por la creación de un protocolo de bienestar y protección a la infancia y adolescencia frente a la violencia, basado en evidencias científicas de impacto social y que es pionero en el abordaje del modelo dialógico en este ámbito.
Quienes firmamos este artículo no entendemos el fútbol con violencia. Somos dos de la Real Sociedad y cinco del Athletic Club de Bilbao, equipos con una gran rivalidad histórica en el País Vasco. A diferencia de muchos otros derbis que están marcados por una gran rivalidad o incluso animosidad, el Derbi Vasco (Euskal Derbia, en euskera) suele jugarse en un ambiente de respeto mutuo y solidaridad entre aficiones, jugadores y clubes. Es frecuente ver gestos de deportividad antes, durante y después del partido. Este modelo de derbi ha sido históricamente un ejemplo de compromiso, esfuerzo, humildad y orgullo. Es así como entendemos el fútbol, como una celebración más que una batalla, como un ejemplo de convivencia, identidad y respeto deportivo más que un ambiente polarizado y hostil.