Proliferan en los medios españoles crecientes críticas a las revistas científicas. Este artículo aporta siete argumentos para refutar esas críticas demostrando su carácter seudocientífico y sus consecuencias negativas para la ciencia y la sociedad (educación, salud, etc.), incluyendo su resistencia a superar el modelo feudal de universidad que la mantuvo en la mediocridad intelectual y la impunidad del acoso sexual hasta hace pocos años (cuestión que se aclara al final del artículo).
- Una de las críticas es que las revistas, grupos y editoriales que están teniendo más éxito son depredadoras y ahí publica personal investigador español, pero no de los países de más nivel; a los que más se apunta es a MDPI y especialmente a su revista Sustainability. Basta una de las muchas evidencias disponibles para refutar esa afirmación. En este enlace se puede ver que Harvard publica en Sustainability y se siente orgullosa de hacerlo.
- El más influyente de los documentos españoles sobre este tema pone a Nature entre las revistas “con comportamientos no estándar” (expresión que en las conversaciones y evaluaciones se interpreta como no adecuado, dudoso e incluso depredador) junto a otras como Sustainability. Ese mismo documento se basa en la declaración de Leiden que se publicó en Nature. Es decir, que si el documento quita validez a lo que se publica en Nature, ese documento quita validez a lo que se dice en él. No creo que sea necesario explicar más el desprestigio que se logra en la comunidad científica con ese tipo de comentarios.
- Uno de los argumentos que se da para cuestionar las revistas es que las autoras y autores pagan por publicar, como si eso significara que no hay una selección de la calidad de los artículos de quienes pagan. Si eso fuera verdad, la revista Lancet, primera del mundo en salud, que tanta contribución científica ha hecho para superar la pandemia actual y la de hace cien años, también sería depredadora porque cobra. Alguien tiene que pagar los gastos materiales y salarios de las personas que trabajan para hacer las revistas. Antes pagaban quienes las leían o sus instituciones, es decir, los impuestos de todas las ciudadanas o ciudadanos que no podían verlas porque no estaban en abierto y costaba dinero leerlas. Ahora cada vez más las criticadas por ese motivo ponen sus artículos gratuitamente al alcance de toda la ciudadanía y el cobro lo hacen a quienes publican de los fondos de investigación de que disponen si son suficientemente excelentes para que se aprueben sus proyectos en las convocatorias públicas.
- Otro de los cuestionamientos es que se destina a publicar dinero que tendría que ir a la investigación. Esto también se hacía antes publicando libros sobre las investigaciones o en revistas que no estaban en los rankings y por tanto no las leía la comunidad científica. Esto se hacía antes y se hace ahora porque poner los descubrimientos científicos en conocimiento de la comunidad científica y de la humanidad es una obligación de todo programa científico y de toda persona de ciencia. Presentar esa tarea como nueva cuando se ha hecho siempre o como irregular cuando es una obligación ética solo puede hacerse por ignorancia o por tener intereses contrarios a la ciencia y a la mejora de la sociedad.
- Se afirma que los monográficos son indicador de falta de calidad y que con frecuencia los diferentes artículos son del propio equipo investigador o país. Esto se ha hecho siempre y más que ahora; ha sido típico al final de una investigación destinar una parte de su presupuesto a publicar un libro con artículos de los diferentes miembros del equipo y además sin control de calidad de ningún miembro externo. En los monográficos sí que hay revisión por pares y control por parte de la propia revista y es frecuente que artículos avalados por el equipo editor sean rechazados, lo cual no ocurría en los citados libros que se hacían antes.
- Se afirma que esas revistas publican muy rápido, como si el tiempo empleado por la revista y autorías en evaluaciones y revisiones fuera el indicador de su calidad. Si no hubieran publicado rápido durante el inicio de la pandemia habríamos tardado diez años en tener las vacunas. Quienes publican lento no es que lo hacen mejor, lo hacen peor. Cuando se dan dos días para la revisión de un artículo, se emplea casi siempre un día en hacerlo; cuando se dan tres meses también se dedica casi siempre un día. El resto del tiempo es el que se retrasa que los descubrimientos publicados lleguen a disposición de otros equipos para tenerlos en cuenta en sus investigaciones y de la sociedad para tenerlos en cuenta en sus políticas y actuaciones.
- La clave de fondo del problema está en la afirmación de que los sistemas actuales de evaluación no miran la calidad del contenido del artículo sino solo dónde está publicado. La base principal del modelo feudal de universidad que teníamos antes es lo que esa afirmación reivindica. Catedráticos sin ningún prestigio internacional determinaban que el contenido de un artículo publicado en Cambridge era muy malo y puntuaba cero si la autora no se había sometido a su acoso sexual o si era más brillante que ellos; puntuaban diez los capítulos publicados en los libros que ellos editaban si su autor había colaborado en sus acosos y/o no era brillante. Ese modelo feudal ha sido sustituido por otro meritocrático donde un artículo publicado en una revista científica top como Nature vale diez, no solo porque para aceptar su publicación ya se ha hecho una evaluación muy rigurosa por pares ciegos, sino porque está a la vista de toda la comunidad científica internacional y así cualquier error es más fácil y rápidamente detectable.
Por supuesto que hay que valorar la calidad que la comunidad científica atribuye a ese artículo y ya hay algunos instrumentos para hacerlo como Altmetrics, que evalúa el impacto del artículo, que puede ser muy bajo en una revista de alto impacto y muy alto en una revista de bajo impacto. Hay que seguir mejorando porque al final lo más importante, como ya plantea Horizon Europe, es el impacto científico, político y social del artículo y no tanto el de la revista. Estos cambios están posibilitando no solo una mejora científica indudable sino el fin de la impunidad del acoso sexual en la universidad.
Esas críticas crean dificultades y retrocesos, pero no pueden parar la inevitable transformación de nuestras universidades de un sistema feudal a uno meritocrático ni su creciente contribución a mejoras de la sociedad.
[Imágenes: freepick]