Hoy entrevistamos a Xavi Leal Picazo, director y maestro de educación física del colegio de educación infantil y primaria Jaume I El Conqueridor de Catarroja en la Comunidad Valenciana (España). Entre otras cosas, esta escuela se ha distinguido por mejorar la convivencia en todos sus espacios, reduciendo los conflictos también en los tiempos de recreo y comedor que el alumnado pasa en el patio.
Últimamente se ha estado hablando mucho de cómo conseguir que en los patios de las escuelas haya menos conflictos. Se suele proponer como soluciones el aumento de la variedad de juegos que se organizan y se ofertan, así como una mayor supervisión adulta. ¿Cuál es vuestra experiencia en este sentido?
La verdad es que resulta muy interesante que haya surgido en los últimos cursos esta preocupación, cada vez más extendida entre el sector docente y también entre las familias. No hace mucho, el tiempo de recreo era considerado simplemente como un momento de entretenimiento libre, una pausa entre las clases para almorzar, jugar y recuperar energías para continuar la jornada escolar. El hecho de poner ahora el foco sobre este tiempo pienso que se debe a que los profesionales de la enseñanza estamos más sensibilizados, somos más conscientes del tipo de relaciones y conflictos que se pueden generar en ese espacio, y esto ya supone un avance importante.
En nuestro centro esta preocupación surgió hace 22 cursos. Los maestros de educación física que estábamos en ese momento observamos que en el tiempo de juego libre del recreo imperaba “la ley del más fuerte”; tanto los juegos como los espacios más atractivos estaban dominados por los alumnos mayores, normalmente chicos. Y también coincidía que era en esos juegos donde surgían más conflictos. A partir de ahí, de extender la reflexión al claustro y siguiendo el ejemplo de experiencias similares que habíamos visto ya en algún otro centro, surgió el proyecto “Jocs de Pati” (Juegos de Patio). Resumiendo, consistió en buscar el aprovechamiento y la reorganización de los espacios del patio, seleccionar diferentes propuestas de juego y facilitar en préstamo el material necesario durante el tiempo de recreo. En todo momento del proceso se hizo partícipe al alumnado. Los diferentes juegos se enseñan en las clases de educación física, secuenciados según sus características en los diferentes niveles de primaria. A principio de curso se prepara al alumnado de sexto curso que voluntariamente se ofrece a participar como encargados de la caseta del material, donde se hace el préstamo y la posterior recogida. El tiempo de juego está también determinado por unas normas básicas de funcionamiento.
A lo largo de los cursos este proyecto inicial ha ido evolucionando y mejorando gracias a las aportaciones de las personas que se han ido implicando en él. Este curso, por ejemplo, un equipo de maestras ha pictografiado los espacios del patio y los juegos disponibles en la caseta, facilitando una escuela más visual e inclusiva.
Desde el principio se empezó a notar un descenso en la cantidad de conflictos, no había tantas discusiones por quién podría ocupar tal espacio o coger tal juego porque el funcionamiento estaba reglado y organizado; además se había contado con la implicación y acuerdo de los propios protagonistas para poner las normas.
Pero tras un tiempo, cuando el centro se transforma en comunidad de aprendizaje y consolida el trabajo en base a actuaciones educativas de éxito, y principalmente al desarrollar el modelo dialógico de prevención y resolución de conflictos, vemos que se avanza más allá de lo que se había conseguido. Poco a poco se va generando un clima de relación entre el alumnado diferente. A través del trabajo constante en base a los principios del aprendizaje dialógico y la socialización preventiva de la violencia, el alumnado aprende a identificar relaciones de poder, a posicionarse frente a la violencia a través del diálogo, a actuar de forma solidaria. Entre todos se consigue y se persigue un espacio seguro. No quiere decir que desaparezcan los conflictos, pero sí se reduce la gravedad de los mismos y cambia la manera de afrontarlos, de buscar soluciones.
Sobre la supervisión adulta considero que es necesaria; las evidencias nos dicen que es en el contexto de patio de recreo no estructurado, libre y poco supervisado donde se dan más situaciones de intimidación y de abuso. En nuestra escuela solemos decir que hay que “tener las gafas puestas” para identificar situaciones de abuso, no trivializar y actuar.
Recientemente, en la prensa española se hablaba de la conveniencia de prohibir el fútbol porque causa segregación y deja fuera a muchas personas. ¿Sería una de las claves?
Pienso que, si caemos en el tópico de prohibir el fútbol para evitar el conflicto, en cierta manera estaremos asumiendo que la violencia viene dada por el juego en sí.
No creo que el fútbol sea un juego violento; la violencia surge en el fútbol cuando algunas de las personas que lo practican tratan mal a otras. Quizás sea ahí donde hay que actuar, en las interacciones que se dan.
Si culpabilizamos al fútbol es como justificar una agresión sexual porque “la noche confunde” o decir que “la culpa fue del alcohol”. Así que hay que pensar bien qué mensaje queremos transmitir. Otra cosa es no limitar todas las posibilidades de juego en el patio a solo fútbol, dejando que un solo juego lo ocupe todo. Si facilitamos una oferta variada de propuestas, propuestas que nazcan del interés del alumnado, estaremos fomentando lo contrario a la segregación, es decir, la inclusión, y podemos contar con el fútbol entre esa oferta. Para escuchar todas las voces, se tienen que generar espacios de diálogo seguros donde el alumnado pueda manifestarse sin coacción. En mi opinión el debate debería ir por otro lado y los argumentos buscarlos en las evidencias que genera la ciencia y las investigaciones de impacto social.
En nuestro caso hemos mantenido el fútbol, pero la pista está segmentada en cuatro canchas. El fútbol, que llamamos “fútbol 3”, ocupa una de esas minicanchas y utilizan unas pequeñas porterías portátiles. Las otras tres se destinan a otras propuestas de juegos predeportivos, de iniciación al hockey, la pilota valenciana y el balonmano. Además, igual que sucede con otros juegos que tienen más demanda, cada nivel de primaria dispone de él un día de la semana.
¿Podrías acabar con una breve conclusión? ¡Gracias!
Pues volviendo a la primera pregunta te diría que transformar el espacio no es suficiente; es necesario transformar las relaciones. Son las relaciones que se dan en un espacio las que determinan que ese espacio sea seguro, inclusivo, coeducativo y pueda llegar a ser un espacio libre de violencia. Muchas gracias a ti.