Isabel Alonso y Benjamín Menéndez

«Elegí estudiar magisterio y ser maestra con ilusión y convencimiento de que era mi pasión y en lo que me veía capaz de dar lo mejor de mí. Y así pasé los primeros años de mi labor como maestra de educación primaria, intentando aprender cada día e intentar dar la mejor educación a mis alumnos. Pero los últimos años están superando esta idea con creces y creo que esta intención se está haciendo verdaderamente realidad.» (Isabel Alonso)

No habrá docente que no quiera lo mejor para sus estudiantes. Desde hace tiempo, el desencanto y el lenguaje de la queja, por múltiples razones, han estado muy presentes debido a la falta de mejoras que todos y todas desearíamos. Ante eso, la burocracia, los vaivenes legislativos, las innovaciones constantes e infructuosas por no estar basadas en evidencias, la tendencia de considerar reivindicaciones organizativas (la ratio, por ejemplo) como prioridades en la mejora de la educación, en vez de reivindicar las evidencias que al aplicarse mejoran de verdad los resultados, el aprendizaje y la inclusión de todos y todas (y con ello el bienestar de todas las personas)… Todo ello ha generado un clima de desencanto que ha buscado soluciones por caminos muy diversos que han acabado en un lenguaje de la queja inducido que sabemos, por las evidencias, que no conduce a la mejora.

Afortunadamente, desde hace unos años y de manera cada vez más explícita, el lenguaje de la queja se ha visto reemplazado por la crítica con, en palabras de Paulo Freire, la «palabra verdadera que transforma el mundo y que abre el camino a la acción transformadora».

«Reencanto con mi profesión, no encuentro mejor palabra para expresar lo que ha supuesto y suponen para mí la formación dialógica y las actuaciones educativas de éxito (AEE)

La aparición de asociaciones que promueven una educación basada en evidencias y de las redes formativas con cada vez más centros educativos que están implantando con calidad, frecuencia e intensidad las AEE han permitido que emerja el lenguaje de la posibilidad basado en la evidencia que logra esa “unión inquebrantable entre reflexión y acción” y, con ello, ha traído el reencanto a muchas comunidades educativas, gracias a la mejora real en lo académico, en convivencia y en bienestar social que, como ha demostrado la investigación desde hace décadas, generan las evidencias de impacto social (ECIS):

Se trata de conseguir una educación con plena creación de sentido, basada en la formación dialógica del profesorado en evidencias de impacto social para la transformación:

«Desde que me formo de manera dialógica con otros compañeros y compañeras de distintas etapas educativas y especialidades, desde que participo en formaciones, encuentros y congresos con investigadores, desde que aplico las actuaciones educativas de éxito en mis clases, y los principios del aprendizaje diálogo han impregnado mi aula, mi profesión ha cobrado aún más sentido para mí, he ganado mucha seguridad como maestra. La seguridad que me da saber que estoy consiguiendo buenos resultados con el alumnado, aplicando las evidencias de impacto social, además de los resultados positivos y la transformación que trae con mi alumnado.»

Isabel Alonso y Benjamín Menéndez

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