Llega el final de curso para muchos centros educativos y el cansancio y la burocracia aumentan. Mucho se habla de esto, en los grupos de profesorado y equipos directivos, y el lenguaje que mayoritariamente prevalece es el de la queja. Las evidencias ya han demostrado que este tipo de lenguaje nunca logra transformar ni mejorar las realidades. 

A parte de que este lenguaje no mejora nada, también desmotiva y vacía de sentido nuestro trabajo como docentes o como equipos directivos que, además de docentes, se supone que debemos ser quienes lideremos una educación ilusionante y transformadora. ¿En qué momento hemos pensado que decir continuamente que todo está fatal, que tenemos demasiada burocracia o que no podemos hacer nada con los pocos recursos va a lograr motivarnos e ilusionarnos para mejorar la educación?

Paulo Freire escribía en Pedagogía de la Esperanza que no debemos esperar a que cambie el mundo para cambiar el lenguaje porque, según él, cambiar el lenguaje es parte del proceso de cambiar el mundo. 

Jesús Gómez hablaba del brillo en los ojos, refiriéndose al poder transformador del amor, en este caso del amor a la educación, del amor a mejorar las vidas de niños, niñas y jóvenes. Ese brillo se recoge en el libro Amistades Creadoras a través del relato de una de las personas que le conocieron: “decía Pato a la gente de las escuelas: «no sentimos cansancio, imposibilidad, límites…». Y continuaba: «Por qué no tratamos así, enamoradamente, las cuestiones de nuestros hijos e hijas, nuestros y nuestras estudiantes también?» Y los ojos se encendían…”. 

Ramón Flecha habla en el libro Sociedad Dialógica de la necesidad de recuperar la unidad entre la belleza, la bondad y la verdad para superar el desencanto y recuperar el sentido. Solo se puede recuperar a través de un diálogo creador, creador de relaciones bellas a cada instante. 

Ahora, si pensamos en dónde ponemos las fuerzas día a día, quizá nos demos cuenta de que hay que dar un giro y apuntar hacia lo que importa y lo que nos devuelve la pasión, el reencanto con la educación.  

El brillo en los ojos y el lenguaje de la posibilidad que supera el de la queja están llegando a cientos de centros educativos, de profesorado, equipos directivos, familiares y estudiantes y es gracias a la formación basada en evidencias (la verdad), unido a la belleza en las relaciones que se están creando y a la solidaridad entre toda la comunidad (bondad). 

La educación se merece y necesita de personas ilusionadas y convencidas de que todo es posible. Personas que busquen soluciones a los problemas que se plantean en la ciencia, más allá de sus opiniones, porque la infancia tiene derecho no solo a la educación, sino a una educación de excelencia que llegue a todas y todos. 

[Imagen: iStock]

 

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Por Sara Carbonell

Doctora en Educación. Durante 23 años maestra de pedagogía terapéutica y educación primaria y 8 años directora del CEIP L'Escolaica. Profesora sustituta en la Universidad de Valencia.