Hoy en día, la concienciación sobre la violencia escolar y el acoso o bullying es mayor que nunca, y cada vez se valora más la necesidad de formar adecuadamente al profesorado para hacer frente a esta lacra. Sin embargo, a pesar de este avance en la sensibilización, muchas de las formaciones que reciben los y las docentes carecen de una base científica sólida y, en lugar de aportar soluciones, pueden incluso empeorar la situación.

Una de las formaciones más controvertidas y perjudiciales es aquella que introduce la idea de «la copia» como justificación de comportamientos negativos, agresivos y violentos. En estas sesiones, personas supuestamente “expertas” emplean metáforas y ejemplos en los que se afirma al profesorado que “todos tenemos un otro yo” o “una copia” que a veces actúa fuera de nuestro control. Según esta “teoría”, si alguien insulta a un compañero, podría excusarse diciendo que no fue él, sino “su copia”. Esta idea, llevada al extremo, podría justificar actos tan graves como el abuso sexual, bajo la peligrosa premisa de que «no es uno mismo quien actúa, sino su copia». Este tipo de casos, desgraciadamente, ya se han presentado en la vida real. Hace unos meses, un joven asesinó a un niño y se justificó diciendo que no fue él, sino su «copia». Lamentablemente, este no es un caso aislado.

Pero ¿qué tipo de mensaje están transmitiendo al profesorado con esta teoría? Este tipo de “formación” no solo carece de respaldo científico, sino que además puede fomentar un entorno de permisividad hacia el acoso y la violencia, justificando que las personas agresoras evadan la responsabilidad de sus actos. En lugar de promover la empatía y la responsabilidad personal, esta formación diluye la importancia de asumir las consecuencias de las propias acciones, lo cual resulta contraproducente.

Es esencial que las formaciones que reciben los docentes para combatir el bullying y otras formas de violencia escolar estén basadas en evidencias científicas de impacto social y en estrategias que han demostrado su eficacia en la mejora del clima escolar.

Por ello, urge que las administraciones y centros educativos sean cuidadosos a la hora de seleccionar a los y las profesionales que imparten estas formaciones, asegurándose de que estas estén basadas en investigaciones científicas de impacto social. Solo así podremos garantizar que el profesorado esté adecuadamente preparado para enfrentarse a estas situaciones y promover un entorno seguro y respetuoso en nuestras aulas.

[Imagen: Unsplash]
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Por Ane Olabarria

Investigadora predoctoral en Educación, Universidad del País Vasco