El reciente informe El estado de la profesión docente en España ha dado pie a multitud de noticias que reflejan un aumento de la desafección docente y un distanciamiento profesional respecto a años anteriores. Esto además se vincula al aumento de alumnado vulnerable y a las dificultades del sistema educativo.

Los desafíos son reales pero la narrativa pesimista es muy errónea. Sabemos lo peligrosos que son los relatos pesimistas, porque las expectativas docentes marcan vidas y pueden llegar a extender la creencia de que la educación no tiene capacidad transformadora para superar el determinismo social y educativo.

El metaanálisis de Rachel Jean Eells “Meta-Analysis of the Relationship Between Collective Teacher Efficacy and Student Achievement” (2011) recogía que el efecto positivo de un profesorado unido y confiado en su misión pesa más en los resultados académicos que el efecto negativo de la pobreza. El derrotismo, por tanto, no solo es injustificado a la luz de la evidencia, sino que puede volverse una barrera para el cambio al minar esas expectativas positivas que sabemos que marcan la diferencia.

Una de las afirmaciones más preocupantes del informe es que en España prevalece una “cultura del aislamiento” docente: los profesores trabajan de forma individual sin aprender unos de otros. En la última década está emergiendo un nuevo modelo de desarrollo profesional docente muy potente que supera este aislamiento docente: la formación dialógica basada en evidencias. ¿En qué consiste? Básicamente, en crear espacios donde docentes, formadores e incluso investigadores aprenden juntos, mediante el diálogo igualitario sobre investigaciones y experiencias que han demostrado efectividad. Este enfoque se inspira en la idea de que

«nadie lo sabe todo, nadie lo ignora todo. Todos sabemos algo, todos ignoramos algo» (Freire, 2005)

La colaboración dialógica entre profesorado de diversos niveles de enseñanza permite que la formación se construya colectivamente, reconociendo el saber de los docentes sobre su contexto a la vez que se incorporan conocimientos científicos externos.

Sabemos que hacer un buen uso y organización de los recursos disponibles, superar los bulos que vinculan fracaso escolar con alumnado vulnerable y rechazar actuaciones educativas basadas en modas que no ofrecen ninguna garantía de éxito escolar puede revertir los datos más preocupantes de nuestros sistema. Un dato macro que ilustra avances en España es la fuerte reducción del abandono escolar temprano en la última década: la proporción de jóvenes de 18-24 años que dejan sus estudios sin titular pasó del 26,3% en 2011 al 13,3% en 2021, alcanzando mínimos históricos. Esta caída a la mitad no es casual, sino fruto de esfuerzos de los centros educativos y de los recursos facilitados por las políticas educativas.

Cada vez son más los ejemplos de colegios e institutos en barrios desfavorecidos que, aplicando estas estrategias, han logrado disminuir drásticamente el fracaso escolar y mejorar los resultados medios de su alumnado (Flecha & Soler, 2013). Sabemos que cuanto antes subamos las expectativas, mejor; no desde un discurso ingenuo, sino desde argumentos basados en evidencias científicas con impacto social, que nos permitirán superar el negacionismo logrando “lo imposible”, recobrar el brillo en los ojos y el lenguaje de la posibilidad y avanzar hacia ese reencanto transformador para la mejora educativa.

[Imagen: Freepik]
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Maestro de educación primaria