Cuando los chicos y chicas entran en la adolescencia hay muchas cuestiones que provienen de los aprendizajes y vivencias de etapas anteriores y que predisponen las etapas posteriores. Aun así, cuando se producen cambios es el momento en que pueden aparecer oportunidades para afianzar relaciones potentes o para viciar vínculos que pueden someter a los chicos y chicas.
Las evidencias científicas en socioneurociencia han descrito la importancia que tienen las relaciones de calidad en las etapas de la infancia y la adolescencia. Así pues, si durante la adolescencia se cultivan y cuidan relaciones de amistad, es más probable que esas relaciones profundas protejan a los chicos y chicas de caer en las cadenas de la superficialidad, la dependencia y la oscuridad de la violencia y la cobardía.
Uno de los elementos que son claves porque influencian las relaciones sociales y los procesos de socialización entre las personas (pero, muy especialmente, entre la juventud) es el valor social y el atractivo que los chicos y las chicas buscan para tener amistades y para crear vínculos que les ayuden a vivir y a desarrollarse. Por eso, con esas ganas de pertenecer a colectivos que les permitan ser felices, vivir acompañados y compartir historias de vida, cuando los valores éticos se separan del deseo, en esos momentos, a veces llenos de inseguridad y de duda, la coacción y la falta de libertad aparecen como factores perversos que condicionan las actitudes de muchos chicos y chicas, porque los alejan de los sentimientos profundos.
«Para meterse en el grupo de los guais tienes que hacer lo que hacen ellos.»
Una frase que a veces se puede oír en los grupos de chicos de la ESO.
«Si fuman, hay que fumar. Si chulean, hay que chulear. Si vacilan y atacan, hay que atacar. Si no, no eres nadie.»
Las masculinidades dominantes son las que ejercen esa presión para mantener el atractivo vinculado a la violencia, el de la popularidad, el del discurso coercitivo vacío, el del poder. Por otro lado, las masculinidades oprimidas son quienes hacen de seguidores, palmeros y followers, que siguen a los dominantes sin espíritu crítico y con miedo a las repercusiones, por su cobardía y la inseguridad de las relaciones tóxicas. Los efectos para la mayoría de chicos que viven en esos grupos son horribles porque dañan su libertad, condicionan sus actitudes y recortan las posibilidades de futuro, al tiempo que minan la ilusión de tener relaciones bonitas.
Crear actuaciones que ponen en el centro la amistad verdadera y la solidaridad, para ayudarse y para divertirse, para aprender sabiendo que todos se protegerán, impulsa ese tipo de relaciones en las que no sienten atracción por el riesgo, que no se mueven por la fama ni la popularidad, que no tienen la necesidad de despreciar a los demás para sentirse “alguien”, que no quieren callar mientras otros sufren, y que quieren para todos los beneficios del bienestar, del placer y del deseo que se acompaña de bondad y ayuda.
En el caso de los chicos, se trata de las nuevas masculinidades alternativas, que son chicos que rechazan el discurso coercitivo con seguridad, fortaleza y su posición clara contra la violencia. Tejen relaciones a su alrededor que contribuyen a cumplir los sueños y desean esas relaciones bonitas de solidaridad, amistad, amor y libertad. Si les damos a conocer esta opción, si la dialogamos desde el lenguaje del deseo, seguro que muchos chicos se esforzarán para caminar hacia este horizonte. Desde la infancia, la adolescencia o la edad adulta, es posible crear el sendero que lleva hacia allí.