Cuando no hay esfuerzo, solo tenemos las motivaciones que nos imponen la telebasura o las redesbasura. Nos sometemos de tal manera que hasta nos parece que nos sale de dentro lo que nos imponen desde fuera. Por el contrario, somos libres cuando decidimos la vida que queremos llevar y la llevamos. La libertad solo puede conseguirse a contracorriente del tsunami de ultraconsumo que nos rodea, y eso requiere mucho esfuerzo.
La educación requiere tanto motivación como esfuerzo, pero además requiere que sepamos las relaciones entre ellas. Si solo motivan juegos basura en las pantallas, está muy claro que esa adicción la han impuesto desde fuera. Quienes quieran superar esa adicción y motivarse por actividades que van a mejorar todas las dimensiones de sus vidas necesitan esfuerzo. Al principio tendrán poca motivación por las actividades que son mejores y echarán en falta los juegos basura. Pero, si siguen esforzándose, cada vez será más intensa la motivación por las actividades que han decidido que son mejores, y serán menos intensas las que les habían impuesto desde fuera. Lo mismo sirve para fumar, comida basura y otras actividades.
Quienes afirman que el esfuerzo es retrógrado y la motivación progresista fomentan las motivaciones que nos imponen, coartan nuestra libertad para mejorar nuestras vidas. Y lo peor de todo es que coartan la libertad de menores de edad con quienes se relacionan.