Siempre he sentido atracción por relaciones bellas y rechazo por las que no lo son. Esto no es innato, se educa y autoeduca. Es importante hacerlo, porque el discurso coercitivo usa variados recursos para que en la infancia, adultez y madurez nos sometamos a la pornografía. Ha sido difícil y duro no someterme en situaciones como la de un amigo: a los cinco minutos de hacerse el grupo de WhatsApp de padres de un equipo infantil de fútbol, vio que ya estaba lleno de pornografía. Hizo un comentario muy suave e indirecto y ya no hubo nunca más mensajes en ese grupo; hicieron otro y él se quedó con una imagen de raro que afectó también a la imagen de su hijo.

Quienes renuncian a su libertad y se someten tienen grandes riesgos, incluyendo una adicción que la mayoría no supera nunca del todo. Quienes se someten corren el peligro de que la fealdad de la pornografía colonice sus fantasías y la excitación en sus relaciones. Así llega a desarrollarse una dependencia que incapacita o limita el placer en las relaciones llenas de belleza. Además, esa dependencia se refuerza con los ligues despreciativos en la marcha nocturna cuyas prácticas y las palabras que se usan para comentarlas están inundadas de la misma fealdad. El modelo de quienes mandan en esos ligues es la pornografía, un modelo que les incapacita para el placer sexual y tienen que sustituirlo por el “placer” de la conquista, el “placer” del poder, perdiendo su atractivo para quienes sí saben de sexo y disfrutan con quienes lo comparten.

Todas las personas estamos implicadas en la educación (profesionales, familiares) y todas podemos colaborar en lograr que las escuelas sean espacios libres de fealdad en torno al sexo. La crítica ética está muy justificada ante una actividad frecuentemente basada en la esclavitud de menores. Sin embargo, si se usa desligada de la crítica del lenguaje del deseo, no surte el efecto buscado y a veces logra el contrario por el morbo que el discurso coercitivo impone en lo malo y en lo prohibido. Fomentar la imagen de que es algo que da placer, pero no hay que hacer porque es malo, es claramente contraproducente. Hay que decir conjuntamente que la pornografía es tan mala que frecuentemente explota a menores y que es tan asquerosa que quita el atractivo y la capacidad de placer del sexo de quien la consume. Y hay que atreverse a decir con claridad que hay muchas personas que no la hemos consumido nunca y así se tiene más libertad y más placer sexual.

[Imagen creada con IA]
image_pdfPDF

Por Ramón Flecha

Catedrático Emérito de la Universidad de Barcelona. Investigador número 1 del ranking científico internacional Google Scholar en las categorías de "gender violence" y "social impact" (violencia de género e impacto social, respectivamente). Director de REVERS-ED.