La coherencia, elemento clave para una educación en pro de la justicia social y la paz
Hace unos días pude participar de un debate sobre democracia y paz con alumnado de magisterio a través de una tertulia dialógica sobre un artículo científico de Dewey que discute el rol de la educación en un mundo globalizado. Como era de esperar, se crearon diálogos muy profundos y de alto nivel intelectual que no se dan en las clases donde no hacemos tertulias dialógicas.
Uno de los aspectos que dialogamos fue si es coherente defender la paz y la democracia en el mundo si en nuestras propias vidas y nuestras relaciones diarias toleramos y ejercemos violencia (de cualquier tipo). El alumnado compartió un ejemplo que ilustra muy bien cómo la falta de coherencia imposibilita la transformación social. En las escuelas se suele defender la paz en el mundo con acciones puntuales como salir a cantar una canción ese día o hacer carteles con mensajes como “no a las guerras”. Sin embargo, se comentó que entre el propio profesorado no siempre hay buen trato. Este ejemplo nos sirvió para reflexionar sobre el papel que juega la coherencia en nuestras vidas; sobre todo cuando somos docentes, ya que el alumnado, como ya sabemos, no aprende lo que decimos sino lo que hacemos (Mayes y Cohen, 2002). Esta incoherencia puede llevar a que el alumnado piense que una cosa es lo que se dice y otra cosa es lo que se hace, que queda bien decir que estamos en contra de las guerras pero que las relaciones sin violencia (a nivel mundial y en nuestras vidas) solo son una utopía.
Después de la tertulia siguieron las conversaciones con algunos estudiantes y comentaban que se habían sorprendido al escuchar a otras personas de la clase con las que nunca antes habían conversado. Se dieron cuenta que tenían similares pensamientos y sentimientos, algo que no hubieran imaginado antes de la tertulia. También se sorprendieron de cómo se fueron compartiendo ideas muy diferentes, incluso contrapuestas, en un ambiente de respeto sin enfrentamientos. Entonces recordé dos ideas recogidas en Sociedad Dialógica que clarifican que es una incoherencia decir que estamos en contra de las guerras a la vez que en nuestras relaciones cotidianas normalizamos el maltrato:
«Incluso quienes afirman que no pueden hacer nada para detener las guerras entre países son conscientes de que pueden hacer mucho para superar la violencia en los contextos en los que desarrollan su vida cotidiana. Son conscientes, pero a menudo no lo hacen.»
«De hecho, solo hay dos formas de organizar las relaciones humanas: el diálogo o la violencia»
Como nos ha pasado a muchas personas hasta que hemos participado en tertulias dialógicas, llevados por prejuicios hacia personas o colectivos que catalogamos como “diferentes” a nosotros, buscábamos solo diálogos con personas de nuestros círculos –que tienen, a priori, ideas o pensamientos como los nuestros– y hemos visto como el “enemigo” a aquellos que etiquetamos como diferentes. Sin embargo, como pasó en la tertulia dialógica de la clase, cuando nos escuchamos teniendo en cuenta los principios del aprendizaje dialógico (Flecha, 1997), nos damos cuenta de que compartimos sentimientos e ideas que nos unen entre personas diversas y nos permiten vernos de otra forma. También nos posibilita vivenciar que sí es posible superar la violencia a través del diálogo. Gracias a ello fui más consciente, si cabe, de que estos espacios de debate, de alto nivel científico y humano, nos acercan a esta coherencia porque incorporamos en nuestras vidas el entendimiento a través del diálogo, también con personas que tienen ideas diferentes a las nuestras. Esta vivencia logra que no solo digamos que deseamos el entendimiento y diálogo entre países para que no haya guerras, sino que lo buscamos en nuestras relaciones cotidianas.
Esta búsqueda de coherencia (en este caso, en personas que serán futuros docentes) es un requisito para que el profesorado lo siga transmitiendo en las escuelas y, así, contribuyamos a que la educación sea verdaderamente una vía de construcción de sociedades más pacíficas y con mayor justicia social.
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Doctora en Educación. Durante 23 años maestra de pedagogía terapéutica y educación primaria y 8 años directora del CEIP L'Escolaica. Profesora sustituta en la Universidad de Valencia.