Debates basados en el aprendizaje dialógico
Entre el profesorado de escuelas e institutos y en algunos estudiantes de magisterio hay un cierto desencanto con la profesión docente debido a la falta de resultados obtenidos incluso a pesar de los esfuerzos, generando conversaciones poco o nada transformadoras. Muchas veces los problemas se achacan a bulos que están muy extendidos (e interiorizados), convirtiéndose en una barrera para mejorar la educación. ¿Cómo superar los bulos que nos llevan a pensar que poco o nada podemos hacer con determinado alumnado? ¿Qué podemos hacer para no perder la ilusión por enseñar en ningún momento?
Uno de los antídotos para no salir desencantados, ya antes de empezar a ser docentes, lo podemos encontrar en la formación dialógica. En concreto, las tertulias pedagógicas dialógicas (TPD) han demostrado ser la formación que logra generar una mejora educativa y que devuelve el sentido a la profesión.
Sabemos que solo la lectura de un libro ya cambia tu cerebro y que «en un sentido amplio, el aprendizaje y la memoria son primordiales para la identidad misma: somos quienes somos por obra de ellos» (Kandel, 2007). Además el aprendizaje no va de dentro a fuera (uno aprende y luego lo comparte) sino que, como demostró Vigotsky (1978), aprendemos en las interacciones y en el plano social y después se interioriza (primero interpsicológica y después intrapsicológicamente). Por último, el pensamiento y el lenguaje son dos procesos estrechamente relacionados hasta el punto de que, como dice Austin, podemos hacer cosas con palabras.
Estos son algunos de los argumentos por los cuales este tipo de formación debe comenzar lo antes posible, es decir, cuando el alumnado está preparándose para ser futuros docentes. Aunque es una formación que cada vez se está extendiendo más y más, todavía no está garantizada. Cuando pregunté en segundo de magisterio si habían leído y debatido alguna obra de algún autor de la pedagogía crítica la respuesta fue negativa. Les planteé hacer TPD y entre las tres propuestas de lectura escogieron Cartas a quien pretende enseñar, de Freire (1993). Como nunca se habían enfrentado a una lectura de este tipo, en las sesiones previas nos fuimos animando porque era una tarea “difícil” debido a la falta de práctica. No obstante, una idea estaba clara; como refleja Freire (1993), íbamos a disfrutar: «Leer es una opción inteligente, difícil, exigente pero gratificante».
El primer día de la tertulia dialógica los diálogos y debates fueron surgiendo en un ambiente seguro en el que los principios del aprendizaje dialógico (Flecha, 1997) fueron recordados y ayudaron a que algunas voces, que yo aún no había oído, sonaran con fuerza y valentía.
Entre los temas que debatimos estaba el de no abandonar una tarea ante el miedo de no lograrla y cómo poder buscar soluciones para que, lejos de paralizarnos, nos impulsen a continuar. Los diálogos que se compartieron ayudaron a superar el bulo de que hay que bajar el nivel para partir de lo que saben. Como ejemplo, un estudiante compartió en la tertulia que gracias a los diálogos entendió partes que no había comprendido antes, sin necesidad de escoger un texto más sencillo.
Otro tema fue el de la importancia de saber que, cuando alguien enseña, está aprendiendo. Esta idea debe ir unida a la de solidaridad, para que todas y todos tengan claro que, cuando se agrupa de forma heterogénea, todo el alumnado mejora sin excepción. Los diálogos ayudaron a superar el bulo extendido de que explicar o ayudar a que otro lo entienda es perjudicial porque retrasa el aprendizaje.
Aunque hubo muchos otros, quería destacar esta cita que compartió un alumno y que nos dio la oportunidad de dialogar sobre el papel del profesorado:
«Podemos contribuir a su fracaso con nuestra incompetencia, mala preparación o irresponsabilidad. Pero también podemos contribuir con nuestra responsabilidad, con nuestra preparación científica y nuestro gusto por la enseñanza, con nuestra seriedad y nuestro testimonio de lucha contra las injusticias, a que los educandos se vayan transformando en presencias notables en el mundo.»
Nos permitió dialogar sobre la importancia de tener una formación de calidad, basada en las evidencias científicas de impacto social, si queremos mejorar la vida del alumnado a través de la educación.
Ante la pregunta final «¿os ha gustado, os gustaría que se hiciera en más clases?», hubo unanimidad: «sí». A los y las estudiantes de universidad les motiva aprender cuando las altas expectativas están presentes y se les da la oportunidad de asumir retos al lado de otras personas que también sueñan un mundo mejor, en este caso, gracias a la educación.
[Imagen propia de la autora]
Doctora en Educación. Durante 23 años maestra de pedagogía terapéutica y educación primaria y 8 años directora del CEIP L'Escolaica. Profesora sustituta en la Universidad de Valencia.