La primera vez que acudí al seminario A muscles de gegants trabajaba como pedagoga en un centro educativo y tuve la gran suerte de que me concedieran una plaza de profesora asociada en la Universidad de Valencia. Recuerdo que mi primera tertulia pedagógica dialógica fue sobre el libro “Aprendizaje dialógico en la sociedad de la información” y aún siento las emociones tan bonitas que me suscitó aquella primera tertulia: ilusión en las miradas de profesionales docentes en continuo aprendizaje; sorpresa por descubrir, en otros y otras, ideas que nunca habría imaginado mientras leía el texto en solitario; tranquilidad por encontrarme en un lugar seguro en el que me sentía valorada por mis aportaciones; motivación por continuar leyendo y dialogando; y sobretodo valoraba el aprendizaje tan valioso que obtenía de las experiencias y vivencias de mis compañeros y compañeras de las tertulias, que me llenaban de sentido para continuar trabajando hacia una educación inclusiva para todos y todas.
Es por mi participación en este seminario que tuve claro desde el principio de mi docencia universitaria que las tertulias estarían presentes en mis asignaturas. Todas estas emociones vividas, el espacio de seguridad y tranquilidad que se asegura y logra, así como el nivel de comprensión que se adquiere sobre la lectura, no podían sino considerarse de la máxima calidad educativa que podría aportar a mi alumnado.
Han pasado unos años en los que he ido introduciendo las tertulias en mis asignaturas, en mayor y menor intensidad, y puedo asegurar que es de las acciones que más éxito han tenido. De hecho, en las evaluaciones finales siempre es de las actuaciones más valoradas por las y los estudiantes. Me sorprende en cada valoración la necesidad que transmiten de buscar este tipo de espacios en la universidad, espacios seguros en los que sentirse libres para dar sus opiniones mediante argumentos de validez y no de poder; porque las relaciones que existen entre ellas y ellos no siempre son las mejores y las relaciones de confianza que se establecen con el profesorado en las tertulias permiten conocer mejor estas relaciones y dar un giro. Así se potencian relaciones de calidad, libres de violencia.
Otro aspecto que valoro de las tertulias como docente es que me ha permitido conocer más a mis estudiantes: el conocimiento previo del que parten en mi asignatura, sus inquietudes y motivaciones, sus preocupaciones por la titulación que cursan y su futuro laboral, etc. Esto me permite reestructurar los contenidos de mi asignatura, hacerla más atractiva para ellas y ellos, dotarla de sentido y, sin duda, todo esto me ayuda a mejorar mi docencia.
Por otro lado, en la educación superior resulta necesaria la socialización del estudiantado en los procedimientos de trabajo intelectual de la comunidad científica internacional. Las tertulias facilitan la comprensión de artículos y obras científicas de alta complejidad intelectual. No siempre es fácil iniciar tertulias con estos textos entre alumnado; hay que ofrecerles confianza y altas expectativas y, con el tiempo, tú misma te sorprendes con la calidad de sus relatos y descubres ideas nuevas que te vuelven a llenar de sentido. Es la magia de las tertulias.
Por el camino he tenido la gran suerte de conocer a compañeras de máximo nivel científico que aplican actuaciones docentes de éxito en sus asignaturas. Desde nuestro primer café compartimos el sueño de organizar tertulias intelectuales dialógicas abiertas a toda la comunidad universitaria. Hoy en día este sueño cobra la forma de un proyecto de innovación educativa en la Universidad de Valencia, que cuenta con diversidad de participantes de máxima calidad humana y científica.
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Doctora en Educación. Durante 10 años, pedagoga y orientadora educativa en diversidad de contextos. Actualmente, profesora de la Universidad de Valencia.