Los efectos y los impactos de tener dificultades específicas de aprendizaje de la lectura, escritura o cálculo van más allá de las estrategias necesarias para mejorar resultados en estos terrenos, es decir, más allá de encontrar mecanismos de trabajo y esfuerzo que hacen falta para superar las dificultades, que ya sabemos que van a estar presentes durante toda la vida.
Las dificultades específicas de lectura, escritura y cálculo tienen una prevalencia de entre el 8 y el 12% de las personas, por lo que estadísticamente en cada clase de 25 niños y niñas habría 2 con estas dificultades. Solo se ven afectados en estas destrezas, por lo que no hay otro problema cognitivo. Solemos detectarlo con alumnado que tiene una disparidad muy grande entre lo que lee y escribe y lo que expresa oralmente, pues la dificultad se relaciona con errores de conciencia fonológica y visual, que dificultan el reconocimiento de letras, palabras y, por lo tanto, que afecta a la comprensión y a todas las tareas derivadas de la lectura. Y aunque es muy común y conocida, la dislexia está infradetectada, por lo que muchos niños y niñas la sufren sin saberlo y eso tiene graves consecuencias.
La salud mental puede verse afectada en estas personas, pero también sabemos que la causa de estos problemas de ansiedad, baja autoestima, depresión, etc., no se deriva de la propia dislexia, sino de terceros factores. El primero sería la falta de detección y diagnóstico, por lo que es importante que el profesorado conozca las principales señales de alarma. Pero también debemos tener claro y no debemos confundir las causas con las consecuencias de los problemas de salud mental. La causa de las dificultades de lectura es la dislexia, un trastorno de desarrollo con base neurobiológica, pero los problemas de salud mental que sufren las personas con dislexia no derivan de la dislexia, sino que son resultado de factores sociales, familiares y personales. Según los entornos en los que vivan, según las expectativas, el impulso hacia el esfuerzo que reciban, la presión social, la violencia, el bullying, el acoso, la inclusión, la calidad de ayuda entre iguales, la solidaridad… será más o menos probable que aparezcan problemas de salud mental.
Esta es una gran noticia, porque permite pensar en que la forma en que estructuremos y organicemos los entornos educativos y sociales permitirá mejorar los aprendizajes de estas niñas y niños, pero, además, permitirá reducir o aumentar los problemas de salud mental, lo que, evidentemente, tendrá un efecto en los aprendizajes.
Los entornos educativos inclusivos, las actuaciones educativas que dan los mejores resultados, en los que de verdad existe la solidaridad entre iguales, donde las expectativas son altas hacia el alumnado y entre iguales, son espacios en los que las personas que tienen dislexia pueden esforzarse y desarrollarse para mejorar sus destrezas y aprender estrategias que les permitan avanzar y caminar de manera firme hacia la vida, sin miedo a que sus dificultades, que no han elegido tener, sean un lastre porque los entornos no han sido capaces de generar una respuesta social y educativa que ayude a las personas a mejorar.
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Profesor de la VIU y profesor sustituto de la UV. De formación, maestro de educación especial y primaria. Sus líneas de investigación incluyen las actuaciones educativas de éxito, la inclusión educativa, las nuevas masculinidades alternativas y la socialización preventiva de la violencia de género.