La RAE define expectativa como “esperanza de realizar o conseguir algo” y propone como sinónimos las palabras esperanza, confianza e ilusión. Tres palabras que, cuando las leemos, nos empujan a seguir adelante y a pensar de forma positiva. En este caso, a soñar en la esperanza de la mejora educativa para todas las personas mediante la educación.
Uno de los efectos más conocidos en el ámbito de la psicología social es el del efecto Pigmalión. Fruto de la investigación realizada por Rosenthal y Jacobson en 1968, se evidenció el impacto, positivo o negativo, de las expectativas docentes sobre el alumnado, lo que inició un nuevo campo de investigación.
Cincuenta años más tarde, en el artículo “Pigmalion at 50: harnessing its power and application in schooling”, la profesora Rhona S. Weinstein evalúa los descubrimientos hechos sobre las expectativas en estos años y trata de responder a la pregunta de si hemos hecho un buen uso de este efecto para promover una educación más equitativa y eficaz para todo el alumnado.
Esta revisión propone crear conciencia, cambiar las creencias, formar y capacitar al profesorado para sacar el máximo partido a este efecto. Dejando claro que transmitimos las expectativas con todos nuestros actos comunicativos y entendiendo que no es un proceso que se lleve a cabo solamente en las escuelas o universidades, la autora comenta que los resultados educativos de todas las personas dependen también de las expectativas que tienen la familia, el entorno y los poderes legislativos.
«Las aulas, escuelas y universidades tienen el poder de ser entornos de acceso que definen, dan forma y certifican la capacidad intelectual con el poder de aumentar o disminuir el talento.»
Una de las reflexiones más importantes de este estudio es que «el efecto Pigmalión ha sido en gran medida subestimado e infrautilizado». Y resalta la necesidad de acompañar el discurso de las altas expectativas con recursos formativos eficaces y de apoyar a las y los docentes para mantener y poner en práctica este tipo de expectativas con una base científica sólida que asegure el éxito para todo el alumnado. Recursos formativos como los seminarios de formación dialógica del profesorado, donde unimos la ciencia que sí mejora la vida de las personas con el apoyo que nos brindamos en nuestras acciones mediante los diálogos igualitarios y la solidaridad.
Finalmente, el artículo apunta a un futuro esperanzador para las investigaciones sobre las expectativas educativas. La autora remarca la necesidad del impacto social en las futuras investigaciones y expresa la necesidad de crear ciencia conjuntamente con los agentes implicados para así ahondar en las condiciones en las que el efecto Pigmalión es más potente y orientar su aplicación hacia la práctica.
La sociedad reclama cada día un mayor uso de la ciencia en la escuela. Reclama soluciones efectivas para promover un mayor rendimiento académico y social de todo el alumnado y eso pasa por «la capacitación de los maestros para que utilicen prácticas de altas expectativas, el fortalecimiento de los estudiantes para superar las bajas expectativas y la promoción de influencias positivas de los padres y de las personas adultas importantes».