Me dicen que mi anterior artículo sobre este tema generó preocupación en personas que fueron adictas a la pornografía y que luego lo han dejado. Por supuesto, los seres humanos podemos ser libres si queremos y, como dijo el creador de la neurociencia Ramón y Cajal, «Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro». Haber sufrido adicción a la pornografía, al someterse a la imposición del capital depredador y sus aliados, no significa que no se puedan romper esas cadenas y llevar una vida plenamente libre, bella y satisfactoria en todos los sentidos. 

Con excesiva frecuencia, esa afirmación se hace de tal manera que hace pensar a la infancia que no hay ningún problema si durante unos años quiere someterse a la adicción a la pornografía, porque luego la podrá superar. Ese efecto sí que es imprescindible prevenirlo porque, si no, es condenar a la infancia a la determinista coacción de que es obligatorio ese rito de paso. 

Hay que plantear el tema de tal manera que quede claro que es posible romper totalmente las cadenas que un día se tuvieron, basta con quererlo, esforzarse para encontrar las evidencias de cómo se logra y hacerlo. Pero también hay que decir con claridad que es mejor no hacerlo nunca, que hay muchas personas que nunca se han sometido y que por lo tanto pueden ser libres durante toda su vida. Las dos cosas tienen que quedar claras, pero, si hay que escorarse hacia una de ellas, la prioridad es el derecho de la infancia a que no la coaccionen a cometer los mismos errores que sus mayores.

[Imagen: Unsplash]
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Por Ramón Flecha

Catedrático Emérito de la Universidad de Barcelona. Investigador número 1 del ranking científico internacional Google Scholar en las categorías de "gender violence" y "social impact" (violencia de género e impacto social, respectivamente). Director de REVERS-ED.