Implicaciones educativas
Cuando estudié magisterio tuve una asignatura sobre desarrollo evolutivo del niño y la niña y aprendíamos a pies juntillas todas las etapas de la evolución según Jean Piaget. Según este autor y su teoría, un niño o niña de 6 años, por ejemplo, no podría aprender ciertas cosas para las que se requiere alcanzar una etapa superior, porque el desarrollo estaría predeterminado por la etapa en la que se encuentra.
Piaget establecía cuatro etapas del desarrollo, considerando que el desarrollo es el que determina el aprendizaje, y no al revés tal como ha sido ampliamente demostrado. Pongamos un ejemplo: una de estas etapas es la de “operaciones concretas” (de 8 a 12 años). Según esta teoría, un niño o niña de 6 años no puede usar la lógica para hacer inferencias. He visto muchos niños y niñas que, estando en educación infantil, han hecho este tipo de inferencias. En concreto, recuerdo cuando una niña de 5 años le preguntó a su madre qué era la esperanza. Su madre le explicó que consistía en pensar que, aunque algo no vaya bien del todo, se pueden hacer cosas para que vaya mejor. Por la noche, cuando se fueron a dormir y su madre le dijo que podía dormir bien toda la noche sin despertarse, la niña se quedó pensando y le dijo a su madre: “claro, eso es la esperanza, ¿no?”
Muchas personas nos hemos preguntado qué impactos negativos puede estar teniendo esta idea de que el desarrollo viene predeterminado y no puede promoverse, porque la educación perdería mucho sentido. Por ejemplo, no sería importante la estimulación temprana. Es preocupante, porque esta idea ha calado mucho en la educación y, en concreto, en la educación especial. ¿Alguna vez habéis oído decir que aún no está maduro o madura? He oído muchas veces que no hay que “enseñarles todavía tal aprendizaje porque no están maduros”, que es mejor esperar a que llegue por sí sola esa maduración. Cuando se espera bajo este argumento no se les ofrece los mismos aprendizajes que al resto. Ello conduce a rebajar las expectativas, los aprendizajes y las oportunidades de desarrollo. Lejos de lo que se pretende, estas prácticas tienen consecuencias nefastas para el desarrollo de los niños y niñas.
En la educación especial, como hemos dicho, también ha sido muy perjudicial. Cuando yo estudiaba educación especial se nos dijo, como una verdad, que el alumnado con una discapacidad cognitiva no podría llegar a las operaciones abstractas y, por ende, se les debía ofrecer aprendizajes concretos únicamente, no como al resto de iguales. Vygotsky ya decía que, si de por sí tienen dificultades para llevar a cabo este tipo de operaciones y las eliminamos por completo, todavía tendrán muchas más dificultades. Algo que es obvio. Si una persona tiene más dificultad para hacer algo y lo deja de practicar, cada vez tendrá más dificultad.
La buena noticia es que tenemos a nuestro alcance lo que la ciencia ha demostrado, y es que el aprendizaje va por delante del desarrollo. Es el aprendizaje precisamente el que “tira de él”. Compartimos tres conceptos claves del desarrollo infantil:
- Las experiencias construyen la arquitectura cerebral.
- Las interacciones dan forma a la estructura cerebral.
- El estrés tóxico perjudica el desarrollo.
Cualquier persona que hable de educación y obvie las evidencias científicas —que demuestran que las experiencias y las interacciones modifican la expresión de los genes— es que, o quiere vender su “producto” para seguir obteniendo beneficio propio, o no tiene como objetivo mejorar las vidas de niños y niñas (o las dos cosas). Lo que está claro es que la ciencia está al alcance de todas las personas y, quien no quiera estar al día, éticamente no debería ir de “experto en educación”.
El profesorado y las familias podemos ser quienes marquemos la diferencia, no dejándonos engañar por quienes siguen defendiendo estas teorías y las prácticas que se basan en ellas.
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