A lo largo de mis años como maestra he escuchado infinidad de veces frases como “aún no está maduro, hay que esperar” o “no está preparada para aprender tal contenido”. Cuando profesionales de la educación decimos este tipo de frases, las implicaciones negativas que tiene sobre el desarrollo de la infancia son múltiples.
Quizá es lo que nos han enseñado cuando estudiábamos en la universidad o lo que hemos oído en algunas formaciones, pero lo que es seguro es que está muy alejado del consenso que hay en las ciencias de la educación desde hace décadas. Hagamos un repaso breve de tres aportaciones científicas:
- Ya el siglo pasado, Vygotsky demostró que el aprendizaje precede al desarrollo. En concreto decía que si el aprendizaje lo orientamos hacia los niveles evolutivos que ya se han alcanzado es ineficaz desde el punto de vista del desarrollo. Y decía algo más: que el aprendizaje despierta procesos evolutivos internos que solo pueden operar cuando el niño o la niña está en interacción con otros.
- Desde el Centro de Desarrollo Infantil de la Universidad de Harvard (2004) nos explican que las relaciones que tienen los niños y las niñas desde la primera infancia afectan prácticamente a todos los aspectos de su desarrollo.
- Erik Kandel (2018) demostró que el aprendizaje produce cambios anatómicos en las conexiones entre neuronas y que podemos “modificar las redes por obra del aprendizaje y del almacenamiento de recuerdos” (Kandel, 2007).
¿Cómo recrear estas aportaciones científicas en el día a día con el alumnado? Ahora ya sabemos que si un alumno o alumna tiene dificultades para realizar una tarea, lo que hay que hacer es ofrecer la ayuda de un igual o de un adulto para trabajar en su zona de desarrollo próximo y seguir dando pasos hacia el desarrollo evolutivo. Este aprendizaje hará que avance madurativamente. ¿Qué es lo que no hay que hacer? No deberíamos rebajar los contenidos de aprendizaje, porque estaríamos contribuyendo a que no avance en su desarrollo, aumentando las dificultades de aprendizaje.
Hay un ejemplo bastante común que nos puede servir: ¿qué hacemos cuando llega a nuestras familias un recién nacido? La mayoría le hablamos, le cantamos, le hacemos sonidos, gestos… Es decir, nos comunicamos con él o ella aunque no esté preparada para hablar. Estas interacciones conducen a que, en pocos meses, avance en el desarrollo y sea capaz de empezar a comunicarse. Lo que no solemos hacer es esperar a que sea capaz de hablar para comunicarnos con él o ella.
Y cuando un estudiante tiene una discapacidad, ¿qué hacemos? En este caso todavía es más importante, si cabe, que tengamos en cuenta lo que nos dice la ciencia. Por ejemplo, si solo les ofrecemos aprendizajes concretos porque decimos que no están preparados para entender contenidos abstractos, acabarían perdiendo los pocos rudimentos abstractos que poseen de partida, tal como ya indicaba Vygotsky. Recuerdo uno de los primeros años que como tutora puse en marcha las tertulias literarias dialógicas. Entonces estábamos leyendo La Eneida en un primero de primaria en el que estaba escolarizada una alumna en modalidad compartida con un centro de educación especial. En las reuniones de profesorado, yo les contaba como la niña leía y comentaba el libro con la clase gracias a que su madre se lo leía en casa y le hablaba sobre los temas que les llamaban la atención, anotando en un papel lo que su hija y ella habían comentado. Los y las que estaban en esa reunión me criticaban porque decían que eso no le servía para nada. Claro, ellos y ellas se habían formado (o deformado) en aquella ocurrencia que citábamos al inicio y criticaban la ciencia. Pero yo había leído y debatido a los autores citados y a muchos otros como Flecha, Bruner o Freire y, por suerte, sabía que no hay que esperar a que se esté preparado; hay que preparar para que haya maduración y desarrollo. Además había podido dialogar con otros y otras compañeras de profesión el derecho a la mejor educación que tienen todas las personas y, en especial, las de grupos más vulnerables.
No frenemos el desarrollo de la infancia, al menos, desde lo que está en nuestras manos. Solo tenemos que mirar a la ciencia y creer que todo es posible.