Es común pensar que el alumnado de Educación Especial entra en esta trayectoria debido a una inevitable fuerza biológica que les impide aprender. Sin embargo, hay diversa investigación que asegura que las tasas de ingreso en Educación Especial pueden rebajarse con un programa de intervención temprana.
Por otro lado, sabemos que en muchos países, incluido el nuestro, existe una sobrerrepresentación de alumnado gitano, extranjero o de nivel socioeconómico bajo en las listas de Educación Especial. Este dato nos descubre la verdadera realidad sobre la existencia de una causa alejada de la biología. Pero tampoco nos podemos confundir, porque el hecho de ser boliviano o gitano no puede ser la causa de las dificultades de aprendizaje que se pueden observar en Educación Primaria. Afirmar lo contrario, además de profundamente racista, sería también falso. Igualmente falso sería afirmar que el nivel socioeconómico es determinante en los resultados académicos, puesto que conocemos en nuestros barrios muchísimas personas que han sido capaces de llegar a la universidad a pesar de que sus familias no contaban con recursos económicos y conocemos también escuelas de éxito que consiguen revertir estas situaciones año tras año. Cuando analizamos las estrategias que usaron esas familias empobrecidas para lograr que sus hijos e hijas tuvieran éxito educativo observamos que, efectivamente, lo que genera aprendizaje y desarrollo cognitivo son las interacciones.
Cuando hablamos de interacciones que conducen al éxito educativo nos referimos a madres que hablan, cantan y atienden amorosamente a sus criaturas antes y después del nacimiento. Hablándoles a pesar de que estas no puedan entenderlas, atentas a los primeros gestos y balbuceos a los que darán nombre y sentido para generar comunicación. Padres que cuentan cuentos hasta la saciedad y que desde pequeñitos enseñan el sonido de las letras y a contar con las manos. Abuelos y abuelas que juegan al veo-veo, a la oca y a los seises en los días de lluvia, en los soleados, en la playa y en el autobús. Tíos y tías que los acompañan al cine, al teatro, al concierto y dialogan sobre lo que allí estuvieron escuchando. Hermanas mayores que ayudan a las pequeñas con los deberes y les enseñan a memorizar las tablas de multiplicar, los ríos y las provincias, que les enseñan a dividir con una cifra y con dos. La educación en contextos familiares tiene grandes beneficios. Pero también son importantísimas las bibliotecarias que organizan dinámicas para motivar la lectura y el profesorado con altas expectativas que ponen en práctica las mejores actuaciones educativas que se conocen hasta el momento.
Pero es verdad que debido a factores genéticos o biológicos hay personas que experimentan dificultades de aprendizaje. Sin embargo, también he conocido alumnado que a pesar de tener estos factores biológicos no entró en listas de Educación Especial por el tesón de sus familias y amistades. No eran, precisamente, esa clase de familiares que protestan por los deberes. ¡Al contrario! Si la maestra no había puesto deberes, eran ellos mismos los que los organizaban para asegurarse de que todo aquello que sus hijos e hijas no habían entendido en clase pudieran entenderlo en casa con su ayuda. Los beneficios de la extensión del tiempo de aprendizaje son bien conocidos en la literatura científica porque democratiza estas interacciones y posibilidades para todos los niños y niñas sin distinción, independientemente incluso de su familia de procedencia.
Sabemos que cuando un niño no habla a los 3 años no es suficiente con dedicar una hora a la semana a la estimulación temprana. Sin motivar, implicar y guiar a las familias sobre lo que pueden hacer durante las horas restantes de crianza, sin activar solidariamente a toda la comunidad para que estas situaciones no pasen, adelantaremos poco. Rebatamos los dañinos discursos de la pedagogía de la felicidad y del “ya madurará”, puesto que ya ha pasado casi un siglo desde que Vigotsky argumentaba que el desarrollo cognitivo va a remolque del aprendizaje.
La comunidad educativa necesita conocer las estrategias para una educación preventiva de la Educación Especial y, en los casos que se torne necesaria, procurar que sea dialógica; es decir, interactiva, solidaria, inclusiva y basada en altas expectativas para alcanzar los máximos niveles académicos para todas las personas, y entonces (y solo entonces) la Educación Especial también será una herramienta de transformación social.
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