Las tertulias pedagógicas dialógicas (TPD) son espacios de encuentro y reflexión entre los profesionales de un centro educativo donde se fomenta el diálogo y el intercambio de ideas en torno a los resultados de las investigaciones de más alto rango que la Comunidad Científica Internacional pone a nuestro alcance sobre educación. 

Y es que, como ya explicaban los autores y autoras del libro “Aprendizaje dialógico en la sociedad de la información”, hoy ya es posible funcionar de forma científica en educación. Leyendo, debatiendo y reflexionando sobre las principales teorías e investigaciones que han producido los mayores avances en las ciencias de la educación, podemos acercarlas a las escuelas.

Durante estos años somos más de 50 personas las que, de manera puntual algún curso o de manera permanente desde entonces, nos reunimos mensualmente durante una hora y media para compartir lecturas de referentes tan importantes como Vygotski, Mercer, Kandel, Rogoff o Freire. Y es así como, directamente de las fuentes originales, vamos extrayendo conclusiones y argumentos en los que basar nuestra práctica. Es precisamente Freire quien, en su cuarta carta del libro “Cartas a quien pretende enseñar”, nos recordaba que una de las cualidades del maestro es la seguridad, la seguridad que proporciona la competencia científica. 

No puedo estar segura de lo que hago si no sé cómo fundamentar científicamente mi acción o si no tengo por lo menos algunas ideas que orienten lo que hago, por qué lo hago y para qué lo hago. Estas lecturas y este espacio nos permiten ir aumentando esa seguridad a la que hacía referencia Freire.

 Son 9 años en los que hemos soñado el modelo educativo que queremos, gracias a compartir lecturas como “El amor en la sociedad del riesgo”, “Compartiendo palabras”, “Aprendizaje e interacciones en el aula” y tantas otras. Un modelo basado en altas expectativas para todos y todas, un modelo basado en la participación de toda la comunidad educativa desde una perspectiva dialógica e igualitaria, un modelo de ilusión para poder aprehender todo este saber y aplicarlo con esperanza. Un modelo de evaluación constante que garantice un progreso permanente.

Las TPD han sido y son, en nuestro centro, una herramienta de transformación profesional, que ha tenido un impacto directo sobre nuestro alumnado. Hemos podido desterrar aquellas prácticas tradicionalmente consolidadas basadas en ocurrencias y apostar por las que sí han demostrado resultados positivos para el aprendizaje y también para la convivencia. Hemos pasado de una enseñanza muy individualizada, especialmente defendida en la educación especial, a una enseñanza basada en las interacciones de calidad, con iguales más capacitados u otros agentes educativos, como las que se dan en los grupos interactivos o las tertulias literarias dialógicas. Hemos comprendido la importancia de la naturaleza de estas relaciones, tanto para el aprendizaje como para nuestra propia salud, y así se lo hacemos llegar a nuestro alumnado, acompañándolo en la creación de relaciones sanas y solidarias. Hemos reflexionado, al leer a Neil Mercer, sobre la necesidad de mejorar la calidad del lenguaje que utilizamos con nuestro alumnado, siendo conscientes de que uno de los factores más importantes en el proceso de enseñanza es la forma en que nos dirigimos a ellos y ellas. Hemos aprendido la importancia de trabajar desde la primera infancia, entendiéndola como una etapa fundamental en el desarrollo. También que, en ocasiones, la escuela puede ser una segunda oportunidad para nuestro alumnado y tenemos la obligación de proporcionársela. Hemos hecho un cambio de mirada en cuanto a las posibilidades y capacidades de cada uno de nuestros alumnos y alumnas, valorando la inteligencia cultural con la que cada uno cuenta, dándoles voz en espacios de diálogo seguros, así como en diferentes órganos como las asambleas de alumnado o en el consejo escolar del centro.

Esta transformación no solo se ha dado en el plano profesional; también se ha vivido en el plano personal. Las TPD nos han permitido, durante estos años, fomentar la reflexión crítica y la construcción colectiva de conocimiento en un diálogo horizontal, escuchándonos unos a otros para transformar nuestra práctica educativa y ofrecer a nuestro alumnado una educación de calidad basada en el rigor científico. Pero también, gracias a esto, se ha creado un ambiente seguro entre nosotros y nosotras, en el que compartir preocupaciones y desafíos. Hemos cultivado relaciones de confianza, empatía y, muchas veces, de amistad, que han generado cambios más allá de los muros de nuestro centro y han ido impregnando todos nuestros contextos y relaciones.

Las TPD son un espacio imprescindible en el CEE Virgen de la Esperanza. Un espacio desde el cual construimos, transformamos y soñamos porque, como escribió Freire en su Pedagogía de la esperanza,No hay cambio sin sueño, como no hay sueño sin esperanza”.

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Maestra de educación especial y jefa de estudios del CEE Virgen de la Esperanza de Cheste