Tengo la fortuna de trabajar en una escuela que acaba de aprobar en asamblea que quiere ser una Comunidad de Aprendizaje. Durante todo el proceso, hemos dialogado con muchas de las personas que han ayudado a conseguir dar este paso adelante. Todas ellas estaban de acuerdo en que como comunidad educativa queremos transformar y mejorar las vidas presentes y futuras de nuestro alumnado y de las personas que, de una u otra manera, formamos parte de la comunidad educativa. Para conseguirlo, nos hemos comprometido a apoyarnos en las evidencias científicas que han demostrado mayor impacto y que nos servirán de guía para lograr el sueño.

Independientemente de lo que se suele pensar, lo importante no es dónde se aprende, sino el qué, cómo y con quién. Es decir, la cantidad de interacciones de calidad que se producen en ese espacio.

Por otro lado, hay algunos factores, identificados por la investigación educativa, que sí son capaces de generar transformación real: los docentes y las familias, personas voluntarias, trabajadores y trabajadoras no docentes del centro, la participación de la comunidad. Todos y todas, eso sí, han de ir de la mano, en comunidad, y trabajar juntos y juntas por la consecución de los sueños comunes.

En primer lugar, los y las docentes son fundamentales. Las altas expectativas que se tengan sobre el alumnado son claves. Asimismo, tan importante como las perspectivas que se tengan sobre los niños y las niñas es saber cómo lograr alcanzarlas. Para ello, una formación dialógica del profesorado, que se basa en evidencias científicas, asegurará que se apliquen las actuaciones educativas adecuadas con el debido rigor.

En segundo lugar, las familias, trabajadores y trabajadoras de los centros educativos y personas voluntarias son fundamentales. En este sentido, es importante matizar que no cualquier participación es capaz de generar mejoras. Para conseguir la escuela que queremos, todos y todas, en la medida de lo posible, han de poder colaborar en la toma de decisiones (participación decisiva), en la realización y análisis de evaluaciones (participación evaluativa), y en actividades educativas dentro y fuera de las aulas (participación educativa). Ello implica que las puertas del centro permanezcan abiertas, metafóricamente hablando, para que quien lo desee pueda entrar a participar en grupos interactivos, tertulias en cualquiera de sus variedades, formarse en aquello que necesita y opinar, evaluar y aportar ideas para la mejora del centro educativo en las asambleas que se convoquen. Es importantísimo, eso sí, que la participación del tipo que sea tenga en cuenta que la validez de los argumentos depende de qué se dice y no de quién los dice. Así se aprovecha todo el potencial que la inteligencia cultural de las personas puede aportar.

Respecto al alumnado, está claramente identificado que la diversidad vinculada al nivel socioeconómico, origen étnico, religión, nacionalidad, etc. es un factor que, cuando se organiza el centro para que se dé una educación verdaderamente inclusiva, no predetermina ni el nivel académico ni la calidad de una escuela. Por ello, trabajar por el bien de los niños y niñas supone rechazar cualquier tipo de exclusión que les suponga una barrera. Eso sí, como responsables tenemos que tratar de garantizar que nuestros alumnos y alumnas estén en un espacio seguro, exento de violencia de cualquier tipo. El alumnado ha de tener voz, opinión y capacidad de decisión, y para poder expresarla es necesario que se sienta libre.

Las administraciones también son importantes para que una escuela sea capaz de generar el impacto al que aspiramos, pero solo sucede cuando las decisiones que estas toman están en sintonía con las investigaciones científicas.

Lograr el sueño es un trabajo tan complejo y arduo como apasionante y motivador. Los centros educativos que son Comunidad de Aprendizaje llevan años cumpliendo sus sueños. Ojalá cada vez haya más que se sumen al camino de la ciencia y así se posibilite la mejora de las vidas de todas y todos.

Las personas de la comunidad escriben sus sueños y los ponen en común.
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Por Patricia González

Maestra de primaria y de educación musical. Directora del CEIP Eres Altes de Riba-roja de Túria