Las consecuencias de la violencia tienen una enorme trascendencia en las trayectorias de vida de las personas que la sufren y de aquellas que la viven de cerca, y cuando se normalizan esas actitudes se conforman formas de relación que perpetúan estas relaciones, los mecanismos de poder y el sufrimiento.
Cuando la formación del profesorado tiene una orientación eficaz y rigurosa, ofrece la oportunidad de crear en los centros educativos actuaciones que fortalecen entornos en los que la violencia no está bien vista y en los que las personas dialogan y se posicionan para frenarla y para proteger tanto a quienes sufren como a quienes ayudan y dan apoyo. Desde la escuela podemos llevar a cabo acciones que transforman también los hogares y los demás espacios en los que se desarrolla la infancia.
Dialogar para conseguir entornos libres de violencia y señalar los bulos que entorpecen ese camino es un gran regalo que podemos hacer a niños, niñas y adolescentes.