Jóvenes en centros de acogida cambian la exclusión social por la educación superior
Cuando oímos hablar de aquellos niños y niñas que residen en centros de acogida nos provoca un doble sentimiento que relacionamos con la dureza de algunas situaciones de vida y con la falta de oportunidades que prevemos en su futuro. Esta mirada podría estar equivocada y basada en planteamientos falsos que podemos sustituir por aquellos que nos aportan las evidencias científicas.
Los niños y niñas que viven en residencias en régimen de institucionalización, de entrada tienen mayores desventajas sociales que la población en general; incluso mayor desventaja que la población que proviene de familias con bajos ingresos. La vulnerabilidad que puede provocar el hecho de crecer en un entorno sin apoyos familiares de calidad se traduce en dificultades de todo tipo que afectan a muchos aspectos de la vida. En la edad adulta, vemos cómo se incrementan los agravantes y este colectivo tiene mayor probabilidad de sufrir desempleo, precarización laboral, pobreza, participación en actividades ilegales, problemas con viviendas precarias, embarazo en adolescentes, bajos niveles educativos y problemas de salud.
A nivel mundial, la mayoría de los gobiernos luchan por suplir estas desventajas con altos costes económicos destinados a los cuidados residenciales de jóvenes en régimen de institucionalización. Sin embargo, los resultados de las investigaciones siguen mostrando alto riesgo de exclusión social durante los años de institucionalización residencial y después de la misma.
No obstante, el estudio Study to Change Destiny. Elements That Promote Successful Trajectories in Young People who Have Been in Residential Care, realizado en España, muestra que es posible conseguir trayectorias exitosas, tanto académicas como sociales, para estas personas. Esta investigación ha recogido las voces de doce jóvenes que han vivido en acogimiento residencial y que están estudiando o han estudiado en la universidad, y ha visibilizado los elementos que consiguen superar los resultados “predestinados” de la exclusión social logrando, con ello, el acceso a estudios superiores.
El estudio permitió identificar las barreras que las voces de los y las participantes reconocieron como perpetuadoras de un destino vulnerable:
- Dificultades para conseguir llegar a profundizar en relaciones sociales y de amistad, por cambios de ubicación geográfica durante su infancia y adolescencia.
- Brechas académicas y de habilidades, que reconocen haber sufrido y percibido que afectan a su progresión académica.
- Problemas económicos para poder darle continuidad a sus estudios.
Del mismo modo, el estudio también posibilitó identificar las claves para lograr el cambio de destino, de la exclusión a las mejores oportunidades, que son las siguientes:
- Alta prioridad a los estudios y a las actividades académicas que se proporcionaron desde los centros residenciales.
- Extensión del aprendizaje mediante apoyo académico fuera de las horas escolares gracias a profesorado de los centros o a voluntariado.
- Conciencia del valor de la educación superior, para acabar con el círculo de la vulnerabilidad y de la dependencia asistencial gracias a la persistencia de figuras educadoras referentes que fomentaron sus aspiraciones académicas.
- Apoyos económicos de otros agentes sociales (en este caso, de empresas privadas), para cubrir gastos extraordinarios en educación, como puede ser la matrícula para estudiar en la universidad.
La clave para conseguir identificar las barreras que cronifican la exclusión social, y las dimensiones transformadoras para luchar contra las desigualdades sociales, ha sido la utilización de la metodología comunicativa, que tiene en cuenta las voces de los y las participantes durante todo el proceso de investigación.
Por ello, el estudio propone la utilización de metodologías comunicativas, también, en el diseño de los programas dirigidos a jóvenes, de forma que participen tanto en el diseño como en la implementación de los mismos. Incluir sus voces contribuye a hacer realidad su participación y su potencial, así como a la defensa de sus propios derechos.
Las claves que facilitan el éxito académico plantean horizontes esperanzadores y logran un impacto en la vida de las y los jóvenes que han estado institucionalizados y en sus propias expectativas. La preocupación de la educación y del profesorado ya sabemos que tiene respuestas que permiten romper las barreras que llevan a la exclusión, creando la posibilidad de soñar con ese futuro de bienestar e inclusión social que todas las personas merecen y al que tienen derecho.
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