Encasillar al alumnado en diferentes estilos de aprendizaje es una ocurrencia  contraproducente para el desarrollo cognitivo de los y las estudiantes. En las escuelas, a veces se aprecia cómo docentes y equipos de orientación psicopedagògica catalogan a los niños y niñas como aprendices visuales, auditivos o táctiles y, en consecuencia, se diseñan  programaciones didàcticas individualizadas  únicamente en base a esas condiciones porque se tiene la creencia de que así aprenden de manera eficiente, por ser ese su “estilo”. 

No hay evidencia científica que corrobore que las personas aprendan de manera más efectiva en función de si se consideran visuales, auditivas o cinestésicas. En este sentido, el contexto de aprendizaje se reduce a un plano individualista donde las habilidades cognitivas óptimas para el desarrollo del lenguaje y del pensamiento se encuentran limitadas para evolucionar en el paradigma del intelecto y de las interacciones sociales.

El hecho de que cada vez haya más personas en el ámbito de la educación que respalden este neuromito de estilos de aprendizaje produce una inversión de tiempo y recursos en prácticas docentes carentes de rigurosidad científica y, en consecuencia, se perpetúa el fracaso a nivel intelectual.Por ende, es  determinante para el desarrollo cognitivo y social de las niñas y de los niños que los responsables de la educación proporcionen Actuaciones Educativas de Impacto Social. La formación del profesorado, en esta línea, es clave para generar a largo plazo calidad y sentido en el aprendizaje que germina en las aulas de la sociedad de la información.

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Por Isabel Bixquert

Maestra de primaria, colegio Profesor Luis Braille (Valencia). Participante de la tertulia pedagógica dialógica "A Muscles de Gegants"