No hay ninguna publicación científica que explique mejoras educativas (o de cualquier otro ámbito social) que se hayan generado desde el concepto de modernidad líquida. Su autor, Bauman, fue agente militar de la represión estalinista de 1945 a 1953 y escribía obras estalinistas ortodoxas, es decir, lo que algunos llaman sólidas y en realidad eran duras. Siempre escribió lo que era conveniente para su estatus y remuneración individual, no para la mejora de la sociedad: obras estalinistas durante el dominio de Stalin, otras sobre temas como Lenin o Stalin desde la muerte del dictador hasta la caída del muro, y sobre modernidad líquida a la entrada del presente milenio cuando ya dominaba el mercado. No es pues extraño que no encontremos mejoras de la educación basadas en sus aportaciones a pesar de lo mucho que se ha usado y abusado del término líquido en nuestro ámbito educativo.
Por el contrario, sí que conocemos muchas publicaciones científicas que demuestran las mejoras educativas y sociales que ha generado la teoría de la sociedad dialógica y también las estamos viviendo directamente en miles de centros educativos de todas las partes del mundo, en nuestras familias, en nuestras amistades. La humanidad solo ha inventado dos formas en las que basar las relaciones: el diálogo o la violencia, no hay una tercera opción. Hoy, cuando comencemos las clases ya en el 2023, ¿qué es lo que haremos? Dialogar con colegas, alumnado y familias. ¿Y cuando salgamos del centro y vayamos con amistades o con la familia? Dialogar. ¿Y cuando usemos el WhatsApp? Dialogar.
La teoría de la sociedad dialógica, de la cual el aprendizaje dialógico es una de sus concreciones, permite analizar científicamente esos diálogos y mejorarlos. De esa forma, se mejora la educación, la familia, el ocio, la política, la economía y todas las dimensiones de nuestra vidas, abordadas no solo desde el respeto sino también desde nuestra defensa de la diversidad. En un mercado donde tienen más presencia personajes corruptos que científicos o científicas como Karikó, que nos ha salvado nuestra salud y nuestras vidas, es esperable que tenga también más presencia la modernidad líquida que las teorías que mejoran la educación y la sociedad. Pero, cuando queremos mejorar nuestra salud, lo inteligente es elegir las vacunas de Karikó; cuando queremos mejorar la educación y la sociedad, es elegir la teoría de la sociedad dialógica.
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