Palabras de Cañizares (en su autobiografía) sobre Txetxu Rojo (1947-2022): “Tuve un problema familiar de índole económico que suponía perder la casa familiar por una deuda de tres millones de pesetas… y mi padre recurrió a mí. Pedí ayuda al club en modo de un adelanto… pero no se atendió mi petición… Txetxu, que apenas me conocía desde hacía unas pocas semanas, me llamó a su despacho y, de sopetón, me ofreció un cheque suyo personal con la cantidad que yo necesitaba… Lo hizo sin marcarme una fecha de devolución del dinero, pedirme documentación o hacerme firmar un papel… Desde aquel momento yo beso por cualquier sitio por el que deba pasar Txetxu Rojo”.
Quienes hemos vivido campeonatos de fútbol por dentro sabemos que, entre las corrupciones, envidias e incluso explotación laboral de menores, hay también excelentes ejemplos de bondad y belleza para la educación que pretendemos regalar a la infancia. Las valoraciones globales de este deporte por parte de sus hooligans más irrespetuosos o por sus acérrimos enemigos son lentes opacas que nos impiden analizar con rigurosidad qué elementos educativos o antieducativos hay en ese mundo. Hay excelentes profesionales de educación física que están realizando esa educación, pero necesitan la colaboración de toda la comunidad, de toda la sociedad para que el fútbol sea un recurso educativo también cuando hablamos de este deporte. Se ha comentado mucho el papel de las familias, a veces maravilloso; nefasto cuando algún padre hace de mal hooligan en un partido de infantiles.
Pero hay más: cuando menores nos ven nuestro entusiasmo por jugadores técnicamente excepcionales pero que han sido condenados por corrupción o violación estamos dando una educación muy negativa. Tenemos ya claro que un tenor cante bien no quiere decir que debamos fomentar su admiración por la infancia y adolescencia si ha realizado acosos sexuales; que un sacerdote haya hecho grandes obras artísticas no quiere decir que debamos fomentar su admiración por parte de la infancia y adolescencia si ha realizado abusos a menores. ¿Tenemos claro que a un jugador, por hábil que sea técnicamente, no debemos fomentar que lo admiren la infancia y adolescencia si ha realizado corrupción o acoso?
Un buen uso del fútbol como recurso educativo tiene que incluir el destacar las acciones de preciosa bondad como la de Txetxu Rojo y también como la calidad que significa que Cañizares lo publique, en lugar de hacer como esas personas que nunca perdonarán a quienes las han ayudado. Hay muchas de esas acciones invisibilizadas, como ese jugador de primera división que todos los viernes visita a menores enfermos de cáncer, o ese club que no dejó jugar al goleador de su equipo en el partido más decisivo porque tenía que hacer el examen de selectividad. Y no solo de los y las jugadoras, también hay acciones muy bellas de profesionales del periodismo, medios audiovisuales y una diversidad de actividades que rodean este deporte.