Mañana, coincidiendo con la fecha en la que se aprobó la Declaración de los Derechos del Niño en 1959, se celebrará el Día Mundial de la Infancia, para dedicar el día a la fraternidad y la comprensión de los ideales de la paz y los derechos humanos entre los niños y niñas del mundo, y para la realización de actividades que promuevan su bienestar.
Son muchos los lugares del mundo en los que los derechos de los niños y niñas son vulnerados desde hace mucho tiempo. Quisiera hoy dedicar este artículo a todos los niños y niñas que están en las zonas afectadas por la DANA.
Soy maestra del CEIP Jaume I de Catarroja. Muchas familias desde el principio han tenido dudas de cómo atender a sus hijos e hijas tras la DANA: «¿los llevamos a casa de sus abuelos en otro pueblo? ¿Los matriculo en un centro de acogida?» Nuestra recomendación como docentes siempre ha sido escuchar la opinión y argumentación de los niños y niñas, y esto tiene mucho que ver con su derecho a expresar su opinión y ser escuchados.
En nuestro centro hemos optado por llamar a cada una de las familias para interesarnos por su situación. En estas llamadas es frecuente que la respuesta sea “estamos bien”. Pero cuando dialogamos un poco más nos damos cuenta de que lo que quieren decir es “estamos vivos”, y que en realidad en muchos casos el derecho a la vida, a la salud y a la protección está siendo vulnerado. Por eso, nuestro esfuerzo se ha centrado en ayudar, en la medida de nuestras posibilidades, a tejer redes solidarias que ayuden a mejorar y cubrir las condiciones de higiene, alimentación, sanidad y protección frente a la violencia.
Contactar con cada una de las familias ha sido muy importante, acercándonos a todas ellas respetando su derecho a la intimidad, escuchando sin interrogar, sin juzgar lo que ellos y ellas quisieran decir, e incluso desplazándonos hasta sus domicilios en muchos casos, cuando así lo han necesitado. Dentro del renacer que empezó el día después de la DANA, estos contactos nos han ayudado a seguir nuestro ideal de no dejar a nadie atrás, en una comunidad unida en la que nadie quedara fuera y en la que se salvaguardara el derecho a la identidad, ya que no nos conformamos con creer que todos estábamos bien, sino que el contacto con cada persona está siendo directo para personalizar el apoyo a las necesidades de cada caso.
Pero en estas circunstancias los niños y niñas son los que más claro han alzado la voz. Reclaman su derecho a asociarse y su derecho al juego con sus iguales:
«Quiero estar con mis amigos, me alegré mucho cuando dijiste que toda la clase estaba bien, pero quiero verlos»
«Algunos amigos y amigas de clase estamos quedando»
«He hecho nuevas amigas, voy a casa de mis vecinas y ellas vienen aquí»
«Nos cambiamos libros para poder leer»
Nuestro alumnado tiene una herramienta muy potente, ya que, como comunidad de aprendizaje, desde nuestra escuela apostamos por el derecho a una información de calidad y por ello nos basamos en evidencias científicas de impacto social. Al aplicar actuaciones de éxito damos valor a la amistad, la solidaridad y las interacciones sociales. Cada uno de ellos y ellas lo sabe y ahora lo traslada a su nuevo y provisional día a día, pero lo que más reclaman familiares y alumnado es:
«…volver al cole, pero de manera segura»
«No quiero ir a otro cole, quiero ir al mío, no sé cómo me van a tratar en otro»
«Tengo miedo porque estoy en sexto y quiero ir preparada al instituto»
«¿Cuándo haremos los exámenes que teníamos pendientes?»
Podríamos incluir cientos de testimonios que reclaman su derecho a la educación; todos los niños y niñas deben acceder a una educación de calidad que les permita desarrollarse física y mentalmente hasta el máximo de sus posibilidades.
Es momento de soñar de nuevo, de tener esperanza.