En el anterior artículo vimos que la esperanza es un elemento fundamental si deseamos mejorar la educación, pero también si queremos mejorar nuestras vidas y las de otras personas. Cada vez con mayor frecuencia, las personas que nos dedicamos a la educación nos encontramos en conversaciones con familiares, alumnado o compañeros y compañeras, en las que nos vendría muy bien tener a nuestro alcance conocimientos validados para poder infundir ánimos o para transmitir recomendaciones que puedan mejorar la vida de esas personas que buscan nuestro apoyo.  

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Tener mayor conocimiento sobre la esperanza nos puede ser muy útil para ser ese apoyo que sirva de guía. Una idea básica que hemos de conocer es que la esperanza implica reformular los pensamientos y crear nuevos hábitos que llevan a empezar a ver y a trabajar por la posibilidad de un futuro mejor. Estos cambios en la forma de ver y de pensar aumentan la resiliencia, elemento clave para amortiguar y superar con éxito los daños producidos a causa de situaciones estresantes como pueden ser la pobreza, la violencia, el racismo o la falta de salud. 

A continuación recogemos algunas recomendaciones de la Asociación Americana de Psicología (APA) para aprender a poner en práctica la esperanza o para enseñar a otras personas (de cualquier edad) a hacerlo:

  • Dividir los objetivos en tramos más pequeños.

Los grandes objetivos nos pueden abrumar y acabar con nuestra capacidad de imaginar el éxito. Los objetivos más pequeños permiten logros más frecuentes, lo que puede ayudarnos a pensar que estamos progresando, dándonos más ánimo para alcanzar la meta. 

  • Permanecer en comunidad. 

La esperanza puede surgir de forma aislada, pero crece cuando estás conectado a un colectivo que te apoya y te inspira. Estar cerca de personas esperanzadas puede inspirarte, animándote en tus objetivos, ayudándote a seguir cuando te encuentres con dificultades o simplemente recordándote que superar las dificultades es posible. La elección de las personas de las que nos rodeamos es clave. Mary Beth Medvide, profesora adjunta de psicología en la Universidad de Suffolk en Boston, descubrió en su investigación sobre los jóvenes con bajos ingresos que ver a otras personas tener éxito puede ser motivador, especialmente en ausencia de otro apoyo, como una familia alentadora. Por ejemplo, algunos adolescentes afirmaron sentir que podían obtener un título universitario porque en sus institutos colgaban pancartas en las que se indicaba dónde iban a la universidad los graduados. 

  • Prepararse para los cambios.

Cuando el camino que te habías marcado no conduce directamente al objetivo, podrías desanimarte y puede sobrevenir la desmotivación, llegando a abandonar. Sin embargo, se debe estar preparado para buscar otra ruta, porque esto puede ayudar a mantener la esperanza. Valorar las estrategias que funcionan y cuáles no, modificar el enfoque… Se puede convertir en la mano que te impulse para seguir adelante. Además de la capacidad de replanteamiento, este proceso requiere creatividad, otra habilidad que se puede aprender. Algo útil que nos recomiendan es dejar de pensar que no hay camino y, en su lugar, pensar que no hemos encontrado todavía el camino que va a funcionar. 

  • Reflexionar sobre el pasado.  

Reflexionar sobre el pasado también puede fomentar la esperanza en el futuro cuando estos pensamientos se enfocan en momentos y situaciones en los que fuimos capaces de superar cosas. Estos recuerdos nos pueden dar ánimos para pensar que ahora también es posible. 

  • Celebrar las victorias.

Dedicar tiempo a reconocer -y celebrar- lo que has conseguido en el presente apoya los pensamientos de esperanza de cara al futuro. Valorar y celebrar los pequeños pasos que nos conducen a la meta final es muy importante. Por ejemplo, si hay un estudiante que aún no está consiguiendo ponerse al nivel del grupo, hay que ayudarle a celebrar los logros que va alcanzando por el camino porque los nuevos aprendizajes son victorias necesarias para acercarse al objetivo. Poner en valor estas victorias ha de ser un impulso para seguir trazando caminos que nos acerquen más y más. 

Quizá el presente nos resulte complicado, quizá no hayamos conseguido a la primera lo que nos proponíamos, quizá estamos pensando en abandonar un sueño… Es el momento de poner en práctica la esperanza, trazar un camino con objetivos alcanzables e ir sumándolos, prepararse para tener que cambiar de rumbo y elegir muy bien a las personas que nos acompañen en ese bonito camino.

[Imagen: Freepik]
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Por Sara Carbonell

Doctora en Educación. Durante 23 años maestra de pedagogía terapéutica y educación primaria y 8 años directora del CEIP L'Escolaica. Profesora sustituta en la Universidad de Valencia.