En temas de relaciones, ¿el profesorado lleva las gafas puestas?
En los centros educativos, en muchas ocasiones, el profesorado no percibe las situaciones que se dan entre el alumnado, o va un poco despistado, sin entender qué hay detrás de lo que ve. Lo que solemos llamar el iceberg… ¿qué hay debajo? Se ve la punta del iceberg (una determinada situación, un conflicto, una interacción), pero ¿qué es lo que no se ve, que condiciona todo lo que ocurre? No se ve. Entonces, ¿el profesorado lleva las gafas puestas?
Eso sucede porque se mira la realidad desde parámetros de lenguaje de la ética, de lo que está bien o está mal, separado del lenguaje del deseo, o sea, lo que gusta y lo que no.
¿Cómo? ¿Por qué?
La socialización, durante mucho tiempo, ha impuesto un discurso coercitivo dominante, que une la violencia con el atractivo, al mismo tiempo que separa el deseo de la ética. Es decir, que lo no violento resulta aburrido, poco excitante. Es un hecho, la investigación ya lo ha avalado y comprobado. Pero, en muchas situaciones, se hace difícil para algunas personas adultas vislumbrar los efectos de esta imposición social en los niños y las niñas y en sus relaciones. Se ven los conflictos que tienen pero no se entiende el porqué, se acaba normalizando y, así, se contribuye a que este discurso permanezca y se perpetúe.
El impulso para poder reconocer lo que ocurre entre el alumnado y el porqué nos lo ofrece el conocer las evidencias científicas de impacto social sobre estos temas. Nos permite saber que existe este discurso coercitivo dominante, saber que no conoceremos gran parte de lo que les pasa. Además, nos permite aprender que serán ellos y ellas mismas quienes tomen las decisiones sobre sus relaciones. Así, también se aprende de qué manera se puede ayudar, desde el papel de profesorado o de familia, para que los chicos y chicas puedan ser críticos y críticas, es decir, para que puedan ser libres de elegir. Una de las claves es el posicionamiento rotundo de tolerancia cero a la violencia; la otra es que, si creamos espacios en los que puedan dialogar, tanto en el centro educativo como en casa o en otros lugares, en los que puedan aprender esas mismas evidencias, con ese bagaje y esos argumentos, en diálogo entre ellos y ellas, se podrán liberar de las cadenas del discurso coercitivo. Podrán, en definitiva, elegir qué y quién les gusta y por qué.
Si el lenguaje del deseo (que es el que tienen los chicos y chicas cuando interactúan en cualquier espacio) incorpora la ética, es decir, los sentimientos, la razón y el criterio, si el deseo y la ética van de la mano en sus relaciones de amistad y afectivas, la violencia dejará de ser atractiva y la bondad triunfará.