Abordar la educación afectivosexual en las tutorías, a título personal, y creo que para muchos de mis compañeros y compañeras de profesión, siempre ha sido más que un reto, una dificultad. El no haber recibido una formación específica sobre el tema y la falta de seguridades en las propuestas de educación afectivosexual han acentuado esa sensación de inconsistencia ante un tema tan importante.

Hoy ya no hay disculpa para no afrontar desde las evidencias científicas la educación afectivosexual en las escuelas, por las repercusiones que tiene sobre el bienestar de las personas, la convivencia en los centros y todo ello sobre el éxito escolar y desarrollo pleno de las personas que estamos educando. Con todo, la educación afectivosexual efectiva sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro sistema educativo por la falta de rigor; en primer lugar, por el hecho de que los contenidos no estén basados en evidencias sino, a menudo, en ocurrencias que, aunque sean bienintencionadas, no logran los resultados deseados. En segundo lugar, porque muchas prácticas y dinámicas utilizadas tampoco parten de las mejores evidencias a la hora de abordar estos temas con niños, niñas y adolescentes y terminan por resultar perjudiciales.

Para cumplir el artículo 27 de la Declaración de los Derechos Humanos que establece el derecho de toda persona a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten, las mejores investigaciones muestran cuán importante es abordar la educación afectivosexual no desde ocurrencias, sino desde una práctica dialógica que involucre a alumnado y familias.

En este sentido, resulta muy perjudicial que en las guías utilizadas para la educación afectivosexual en las escuelas e institutos no aparezcan evidencias tan avaladas como las referidas al discurso coercitivo o al espejismo del ascenso, o a la violencia de género aisladora o a los modelos impositivos de atracción y violencia, o a la importancia de afrontar estos temas introduciendo el lenguaje del deseo y de desterrar bulos como los micromachismos o que “el amor romántico mata”, entre otros que podríamos mencionar.

Asimismo, resulta muy contraproducente que estos temas se traten con dinámicas que no están basadas en ninguna evidencia ni han demostrado ningún tipo de mejora, en vez de abordarse dialógicamente desde actuaciones educativas de éxito, como por ejemplo las tertulias feministas dialógicas o el modelo dialógico de prevención y resolución de conflictos, muy avaladas científicamente y con resultados transformadores en múltiples escuelas y en todo tipo de contextos escolares y no escolares.

Queda un camino muy importante por recorrer, aunque no necesariamente largo si nos ponemos en manos de la mejor evidencia disponible; un camino, en cualquier caso, muy esperanzador, pues cada vez son más los docentes, las escuelas y las comunidades educativas que se decantan por las mejores evidencias de impacto social para asegurar que todos sus niños, niñas, adolescentes y sus familias tengan la mejor educación para el mayor éxito académico en un sentido amplio: cognitivo, ético, social y emocional.

[Imagen: Freepik]
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Por Benjamín Menéndez

Profesor de secundaria en el IES Alfonso II. Miembro de Asturias AEBE.