La multiculturalidad es una realidad de nuestras sociedades. Una de las expresiones más apasionantes de esta riqueza social es la diversidad de lenguas que está presente en cualquier contexto actual independientemente de su nivel socioeconómico. Aprovechar esta diversidad es una gran oportunidad para la educación. La investigación científica nos anima a ello y nos ofrece las suficientes evidencias para conseguirlo de forma exitosa.

En el artículo científico «Early Language Learning and Literacy: Neuroscience Implications for Education» se afirma que los niños y niñas expuestos a entornos sociales bilingües antes del primer año de vida tienen una mayor plasticidad cerebral que se manifiesta en diferentes momentos posteriores de su vida. Los niños y niñas  bilingües no sólo tienen más capacidad para aprender otras lenguas sino que, además, son capaces de abordar exitosamente tareas que implican mayor flexibilidad para ser resueltas.

Por ello, esta investigación nos recomienda abrir espacios donde los y las niñas puedan interaccionar socialmente en distintos idiomas de forma temprana y nos lo fundamenta en su artículo a través de los resultados obtenidos:

  • El primer año de vida de los seres humanos es un periodo especialmente sensible al aprendizaje del lenguaje. En ese momento, los y las bebés acumulan las diferentes experiencias fonéticas de los idiomas con los cuales interactúan. Esta ventana abierta al aprendizaje de la lengua es mayor y dura más cuando se está expuesto a diferentes idiomas.
  • A partir del primer año de vida se inicia un aprendizaje léxico y sintáctico que no se completa hasta los 8 años. Éste será más rico y variado si es, al menos, bilingüe.
  • El aprendizaje de la lengua se produce sólo en entornos de interacción social. Es imprescindible leer cuentos, jugar o conversar con personas que se expresen en distintos idiomas. Es decir, no se produce aprendizaje lingüístico por una mera exposición a éstos a través dispositivos tecnológicos, al menos con los niños y niñas de menor edad.
  • Para que una lengua se domine a nivel nativo, las interacciones con la misma han de darse antes de la pubertad. Después es posible aprender, pero no con el mismo dominio.
  • Las personas adultas bilingües son más abiertas cognitivamente cuando se les presentan nuevos problemas a resolver. Asimismo, bebés, niños y niñas que han estado expuestos a corto plazo a más de un idioma, aunque sea por poco tiempo, tienen mayor capacidad para afrontar tareas que suponen invertir las reglas y pensar con flexibilidad. 
  • El aprendizaje temprano de la lengua predice las habilidades lingüísticas posteriores y las habilidades previas a la alfabetización, incluida la conciencia fonológica, clave para el éxito en la alfabetización.
  • El nivel socioeconómico no es un factor determinante para el aprendizaje de las lenguas y sí lo es la exposición social que se ha tenido a éstas.

Estas aportaciones nos ofrecen argumentos que nos permiten tomar decisiones educativas fundamentadas, que ofrezcan a los niños y niñas oportunidades para maximizar las habilidades de aprendizaje únicas que sus cerebros permiten durante la niñez. Sería genial, por tanto, que todos los centros educativos buscaran la forma de aprovechar los recursos docentes, no docentes y, por qué no, del voluntariado que ya participa en ellos para, así, aprovechar la enorme inteligencia cultural que la actual sociedad nos brinda, en beneficio de la infancia.

[Photo by Priscilla Du Preez on Unsplash]

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Por Patricia González

Maestra de primaria y de educación musical. Directora del CEIP Eres Altes de Riba-roja de Túria