Existen canciones inspiradoras. Por ejemplo, «What a wonderful world» es un magnífico tema del gran Louis Armstrong en el cual se nos describe un mundo fantástico lleno de hermosos colores en el que las personas se tratan bien entre ellas. ¿Quién no desearía vivir en el maravilloso lugar que nos describe el señor Armstrong? Pues bien, para conseguirlo hemos de aspirar a compartir con las demás personas una vida llena de bondad y cuidado mutuo. ¿Quién dice que es imposible?
La bondad, la consideración o la solidaridad no son rasgos de la personalidad sino que son cualidades tan educables como otras.
La empatía incrementa la tolerancia e inspira comportamientos de ayuda por los demás contribuyendo a reducir, por ejemplo, el acoso escolar. Todos estos valores son deseables para cualquier persona que quiere construir una sociedad democrática, pero ¿cómo conseguir que nuestros hijos e hijas aprendan a reunir estas cualidades?
En primer lugar, es importante fomentar el hábito de ayuda y la empatía. Realizar voluntariado es una opción fácilmente accesible. La participación en ONG: apoyo a personas enfermas, sin hogar, gente anciana, luchar contra el cambio climático o ayudar a los animales… genera vivencias que, acompañadas de reflexiones conjuntas, evitarán que los niños y niñas asuman estereotipos erróneos sobre la forma en que muchas personas pueden llegar a situaciones extremas, y a que destierren el miedo a lo diferente. Realizar esta actividad de forma habitual creará el hábito de lucha contra las desigualdades económicas, el racismo, la exclusión social o cuidar el planeta para las generaciones futuras.
También es importante reflexionar conjuntamente sobre las actitudes que queremos fomentar, teniendo en cuenta que las palabras empatía, bondad, consideración, ayuda, solidaridad o agradecimiento han de visibilizarse y ser dotadas de atractivo para conseguir que sean rasgos deseables. Podemos encontrar numerosos modelos que ejemplifican estos valores en la bibliografía científica. Un ejemplo en el que las escuelas necesitan una educación urgente en la actualidad es lo que la literatura científica ha identificado como Nuevas Masculinidades Alternativas (NAM), que muestran hombres que son atractivos, entre otras cosas, por poseer los mejores valores.
Existen también centros educativos con modelos comunitarios como las Comunidades de Aprendizaje, que generan constantes oportunidades de ayuda y empatía hacia otras personas. La organización de estos centros permite trabajar la amabilidad y la solidaridad a la vez que se aseguran los mejores resultados académicos. El trabajo en grupos interactivos, las tertulias dialógicas y el modelo dialógico de prevención y resolución de conflictos tienen un impacto positivo en cuanto a convivencia escolar ampliamente evidenciado en las publicaciones científicas internacionales. En estas escuelas de infantil, primaria y secundaria, ubicadas en distintos países, las familias y el entorno más cercano pueden formar parte del voluntariado o de comisiones mixtas que trabajan en beneficio de la comunidad. De esta manera, las personas adultas ejemplifican con sus actos los valores que estamos tratando de fomentar.
En todos los centros educativos se trabajan de muy diferentes formas los valores positivos a través de vídeos y lecturas en días puntuales, en diferentes áreas o asignaturas y de forma transversal en el currículum. No obstante, cuando encarnan el ADN de nuestras estructuras sociales y de nuestras relaciones, se consigue el efecto multiplicador deseado.
Es necesario enseñar a los niños y niñas a ver la bondad atractiva, valiente, de impacto. Esto lo consigue una organización de las comunidades educativas y de barrio que permita practicar la bondad cotidianamente y comprobar que, cuando los seres humanos nos unimos para hacer el bien, todas las personas se benefician.
[Imagen: istock]