Recientemente hemos podido leer en la prensa que la educación depende en mayor medida de la familia, poniendo todo el peso en lo que pase en los primeros años de vida dentro del hogar. Esta idea no se basa en las evidencias científicas; se sabe que la escuela también puede proporcionar cantidad y diversidad de interacciones de calidad que son fundamentales para el desarrollo y el aprendizaje.
Además, decir que la familia es la única transmisora de los valores es no tener en cuenta que hay familias en las que hay abusos a la infancia, lo que dejaría totalmente expuestos a la violencia a miles de niños y niñas, sin dejar oportunidad siquiera de que tengan la opción de adquirir valores protectores en otro entorno.
Los autores más relevantes en educación, como son Vigotsky, Bruner, Mead, Freire o Flecha, han demostrado ampliamente que la personalidad y el comportamiento de una persona no dependen exclusivamente de la educación de la familia, ni la de la escuela ni la de otros entornos de socialización, sino que depende de todas y cada una de las interacciones de las que se rodea la persona.
Es cierto que, en los primeros meses o años de vida, el niño o la niña se socializa más en la familia (aunque no siempre es así) y que las interacciones en las primeras edades son claves para el desarrollo cerebral. Pero no es cierto que todo el peso de la educación recaiga sobre la familia, ya que a lo largo de toda la vida el cerebro está en desarrollo y, desde muy diferentes contextos (escuelas, espacios de ocio y deportivos, escuelas de música, etc.), contribuimos a la formación de la personalidad con la transmisión de la cultura y los valores de la comunidad.
Por ejemplo, hay investigaciones que han demostrado la importancia de las amistades en la conformación de los gustos y los deseos; o investigaciones que evidencian el papel que juegan las comunidades educativas (escuela, familia y entorno) en la superación de las dificultades. El papel del profesorado también es clave en el desarrollo y el aprendizaje de valores, a través de la trasmisión de una cultura escolar de tolerancia cero a la violencia y promoviendo interacciones de ayuda mutua en las aulas. De hecho, las expectativas que tenga el profesorado pueden condicionar el presente y el futuro del alumnado, incidiendo de una u otra manera en sus trayectorias de vida.
Por todo ello, desde el Periódico Educación nos mantenemos firmes en nuestro compromiso con el rigor científico y con la mejora de las vidas de niños y niñas. Siempre nos posicionaremos contra cualquier afirmación basada en engaños que puedan perjudicar su derecho a la educación.
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