Nos llegan muchos testimonios de la zona de terremoto sobre cómo había cientos de personas bajo los escombros gritando en petición de una ayuda internacional que no llegaba. Hubo quienes fueron a Siria porque era el país donde menos estaba llegando esa solidaridad y pudieron entrar sin problemas. Dada la situación sanitaria, volvieron a sus países, lograron que los hospitales ofrecieran el material que tenían obsoleto, encerrado en almacenes, no porque ya no sirviera sino porque había sido sustituido por otro más avanzado. Sin embargo, se encontraron con la negativa de algunos gobiernos con argumentos como que era mejor enviarlo a otros países y no a Siria, dada la oposición a su régimen, y que, con el descontrol que había allí, el material podía acabar en manos terroristas. También hubo quienes mencionaron que enviar esa ayuda a Siria, en lugar de otros pueblos o países, sería muy mal visto por la población autóctona y podía tener un coste electoral.
El derecho a la vida es universal, no cabe discriminación por sexos, culturas o edades. Lo tienen las personas de esos otros pueblos y países, también las de Siria y de cualquier otro país. Las personas aquí mencionadas querían llevar la ayuda a Siria, porque ya estaba llegando a otros lugares y no a ese país donde niñas, niños y personas de cualquier edad estaban gritando socorro bajo los escombros mientras quienes podían ayudarles estaban al otro lado de la frontera y no tenían permiso de sus gobiernos para traspasarla.
Ya se ha explicado en este periódico que en la zona del terremoto está el campo de refugiados donde el próximo otoño se iba a iniciar la implementación de actuaciones educativas de éxito y que serviría como modelo a todos los campos de refugiados del mundo, demostrando que las niñas y niños de allí podían superar su situación a través de la educación. En la iniciativa tienen un papel destacado personas sirias que se tuvieron que escapar de su país por su oposición al régimen, pero que desde zonas ricas de Europa desarrollan una intensa actividad solidaria con las personas que están dentro del territorio de Siria, a las que es injusto culparlas de ese régimen y cruelmente inhumano dejarlas morir por esa causa.
La política democrática se creó para servir a las personas, para organizar la convivencia pacífica entre gentes diferentes, para asegurar los derechos de todas y todos. No la creó Maquiavelo, sino demócratas de todos los orígenes y condiciones a través del diálogo. Lo que hicieron Maquiavelo y otros es invertir esa relación y considerar a las personas, incluso sus vidas, como instrumentos al servicio de la política. Son esas personas que crearon las democracias las que, como parte de ellas, fundaron el sistema educativo universal con el doble objetivo del acceso al saber y de educación en los valores democráticos y en los derechos humanos.
Ciudadanía, representantes institucionales y profesionales de la educación tenemos la importante tarea de fortalecer la democracia, de reforzar la política recreando su sentido y su origen en el mundo actual, defendiendo los derechos humanos frente a todo tipo de amenazas.
[Foto de Oğuzhan EDMAN en Unsplash]
Catedrático Emérito de la Universidad de Barcelona. Investigador número 1 del ranking científico internacional Google Scholar en las categorías de "gender violence" y "social impact" (violencia de género e impacto social, respectivamente). Director de REVERS-ED.