La educación, puerta de la cultura – J. Bruner
Cualquier persona con formación destinada a la educación habrá leído o escuchado algo sobre el autor Jerome Bruner. Yo mismo recuerdo que me hablaron de él en la universidad. Sin embargo, no me ofrecieron ni me incitaron a leer nada de su obra; tuve que conformarme con un par de frases y confiar en que realmente fueran palabras del autor. Gracias a la red de seminarios de formación dialógica “A hombros de gigantes”, me regalaron este gran libro de él: La educación, puerta de la cultura.
Es un libro al que tengo especial aprecio por varios motivos: por todo el conocimiento que aporta, porque fue el segundo libro riguroso que leí sobre educación (el primero fue “Aprendizaje dialógico en la sociedad de la información”) y porque fue un regalo.
Bruner fue uno de los “gigantes” a cuyos hombros otros autores y autoras generaron las evidencias científicas de impacto social. Algo sorprendente y admirable del autor es que demuestra capacidad de transformar sus ideas, rectificar y asumir nuevos conocimientos. En el propio libro detalla ciertas corrientes de pensamiento que él mismo admite que seguía, pero que abandonó por mejores evidencias disponibles.
Una de las aportaciones más relevantes y conocidas de Bruner a la educación es la del “andamiaje”, esa ayuda y esas herramientas que se le proporcionan a la niña o niño para que consiga llegar más lejos mediante la interacción con otra persona más capaz. En su obra nos explica que las habilidades y capacidades del alumnado dependerán de las herramientas que el docente le ofrezca. En este sentido, expone lo que denomina “expectativas mutuas”, y que la mente del niño se crea en función de las expectativas que los adultos le ofrecemos, dotando de significado e intención sus gestos, actos y comportamientos. Esta cita del libro es muy explícita con respecto a las expectativas:
“Como maestra, no esperas que llegue la preparación del niño; la promocionas o andamias”
Una idea interesante que trata detalladamente es que el conocimiento no se encuentra en el individuo, sino en la mente de todos. Es un grave error ubicar la inteligencia en una sola cabeza. Hoy en día tenemos fuentes de conocimientos como libros, internet, etc., pero Bruner explica que el conocimiento está también en la mente de amistades y personas con quienes interactuamos, describiendo así lo que se denomina “inteligencia distribuida”, en ese acto de compartir, esa retroalimentación e interacción con gente más capaz. En resumen, aclara que la inteligencia está en las interacciones.
Otro concepto importante del libro es el que llama “comunidades de apoyo mutuo”, describiendo cómo la escuela debe potenciar ese apoyo e interacciones mutuas con la comunidad como base del aprendizaje, pues destaca que la escuela no está separada de esta, no son entidades aisladas sino que se retroalimentan y es preciso el trabajo conjunto, dialogado y consensuado. Indica la necesidad de crear una reforma escolar con una idea clara de hacia dónde vamos y qué queremos conseguir, para después poner todo el esfuerzo comunitario por conseguirlo. Esta idea se ha desarrollado y se ha puesto en práctica, mostrando generar éxito e impacto social en cada vez más escuelas constituidas como comunidades de aprendizaje.
En este valioso libro, Bruner nos invita a crear una escuela donde se sueñe, se cuestione, se dialogue, se comparta y argumente. Invita, especialmente a docentes, a ser críticos con los autores y autoras que leemos y ser científicamente rigurosos. Aprendemos en diálogo, en interacción con otras personas.
Me gustaría terminar el artículo con otra cita del libro que deja una clave educativa importante a tener en cuenta para practicar nosotras y nosotros mismos y enseñar a nuestro alumnado:
“Ser innatamente bueno en algo implica, entre otras cosas, ayudar a otros a mejorar en ese aspecto.”
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Maestro de educación primaria y especialista de inglés