Un desafío para la educación y la democracia
Vivimos en la Sociedad de la información y, paradójicamente, también en la era de la desinformación. Cada día, un sinfín de noticias falsas y bulos se difunden con una rapidez que nunca antes habíamos conocido. La facilidad con la que los bulos circulan en redes sociales, muchas veces de forma anónima e impune, los hace extremadamente peligrosos, pues sus efectos generan confusión entre la ciudadanía, fomentan un odio profundo y, en los casos más graves, propician violencia en las calles. Este fenómeno está tomando una dimensión global, y afecta a todos los ámbitos de nuestra vida, desde la educación o la salud hasta la política o incluso la estabilidad de las democracias. Ahora ya no gana el mejor, sino el que mejor maneja las redes. La desinformación y los bulos crean fuertes divisiones y enfrentamientos entre personas que, en un contexto de información veraz, no tendrían por qué estar polarizadas.
El impacto de la desinformación en el ámbito educativo es profundo. El estudiantado, al estar en plena fase de formación y desarrollo, es más vulnerable y susceptible. A menudo, aceptan como válidas afirmaciones que son falsas y, de esta manera, pueden ser fácilmente manipulados, coaccionados e intoxicados. Por otro lado, los continuos bulos que se difunden en educación por parte de algunos “pseudocientíficos“ no solo ponen en riesgo el éxito académico del alumnado, sino también la propia salud y la de sus comunidades educativas. ¡Cuánto daño puede generar una convivencia que no se base en evidencias científicas de impacto social (ECIS)! Diversos estudios nos hablan de cómo este hecho puede afectar gravemente la salud mental y emocional del alumnado, generándoles estrés tóxico, ansiedad e incluso problemas de autoestima. Imaginemos una educación que ignora las actuaciones educativas de éxito, las evidencias sobre inclusión, sobre los distintos tipos de agrupamiento o el papel crucial de la participación familiar en las escuelas. Hoy en día, gracias a la investigación comprometida y de alto nivel, sabemos que esta falta de conocimiento genera profundas desigualdades y limita las oportunidades de aprendizaje, dejando a muchas y muchos estudiantes sin las actuaciones necesarias para alcanzar su máximo desarrollo académico y personal. En este periódico, reafirmamos, como hemos demostrado día tras día, nuestro compromiso con la difusión de ECIS y con la tarea de erradicar los «neuroedumitos» (bulos en educación), en beneficio de una enseñanza verdaderamente inclusiva y equitativa.
Resulta interesante el reciente estudio, del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts), portada de la revista Science, que nos habla de la creación del «debunkbot«, un chatbot diseñado para refutar teorías conspirativas mediante evidencias científicas. Basado en GPT-4 Turbo, este chatbot genera contraargumentos personalizados y logra que incluso los defensores más obstinados de teorías como el terraplanismo o la negación del cambio climático reconsideren sus creencias. La IA aporta consistencia y paciencia en el debate, cualidades difíciles de mantener en una conversación humana prolongada, ya que estos diálogos conllevan mucho desgaste físico y mental para muchos de nosotros y nosotras. Este estudio desafía la creencia de que los conspiracionistas son imposibles de convencer, y de nuevo nos ofrece más evidencias sobre cómo los diálogos basados en ECIS pueden transformar incluso a aquellos más obstinados, a la vez que nos muestra cómo la tecnología también puede ser una aliada en la lucha contra la desinformación. Además, este estudio subraya la importancia de que el sistema educativo enseñe, no solo al alumnado sino también al profesorado, a analizar críticamente la información y a valorar y saber buscar las fuentes fiables.
En definitiva, los bulos y la desinformación no solo afectan el rendimiento académico, la salud pública y la cohesión social; también representan una seria amenaza para la democracia. Una sociedad informada y dialogante es una sociedad fuerte, capaz de tomar decisiones racionales, justas y equitativas basadas en argumentos de validez, y de resistir la manipulación, que nos puede llevar hacia la violencia y la destrucción. Contar con herramientas innovadoras como el «debunkbot» del MIT nos recuerda que la tecnología también puede ser una poderosa aliada en esta lucha.