El otro día, mientras trabajaba como voluntaria en una escuela localizada en un barrio muy vulnerable, un niño me preguntó dónde trabajaba. Cuando le dije que era profesora en la universidad sus ojos se iluminaron con una mezcla de ilusión y esperanza, y me preguntó si algún día podría estudiar allí. En ese momento, todo cobró mayor sentido. Le respondí que, si así lo deseaba, seguiremos trabajando junto con sus compañeros y compañeras en grupos interactivos para que pueda lograrlo. Ese día ayudó y participó más en la tarea.
Llevar la ciencia a esta escuela no solo tiene sentido para estos niños y niñas, brindándoles un futuro lleno de posibilidades, sino que también contribuye a la construcción de un mundo mejor y a la transformación diaria de las personas que contribuimos. Para quienes trabajamos en la universidad, esto nos permite trascender más allá de nuestros muros y encontrar un sentido más profundo a nuestra investigación, centrándonos en lo verdaderamente importante: el impacto social de lo que estudiamos.
Recientemente se ha publicado un estudio que analiza el impacto, en las personas investigadoras que lo implementaron, de un programa que promueve el acceso a la ciencia para personas altamente vulnerables. Este estudio revela que la participación en el programa transformó a las personas científicas, aumentando su conciencia sobre la realidad de las y los participantes, fomentando la empatía y ayudándoles a desarrollar mejores estrategias tanto académicas como para participar en las comunidades. A medida que se acercan y conocen mejor estas realidades lejanas al entorno universitario, las personas investigadoras superan ideas erróneas y prejuicios, lo que les permite considerar la diversidad y garantizar que su actividad de divulgación científica sea más inclusiva. Esto no solo beneficia a los grupos vulnerables, sino que también proporciona a las personas investigadoras experiencias valiosas y una mayor satisfacción personal, motivando su deseo de contribuir científicamente a la mejora social. Además, el enfoque dialógico del programa rompió barreras entre la academia y las comunidades vulnerables, sirviendo como modelo para otros programas que buscan hacer la ciencia más accesible e inclusiva.
Las exigencias académicas y el tiempo necesario para participar en estas actividades podrían parecer una limitación importante; sin embargo, actualmente son altamente valoradas la divulgación, la transferencia y el impacto social en las trayectorias científicas. Acercarnos a las realidades sociales más vulnerables debería ser una exigencia para quienes nos dedicamos a la academia, recordándonos que la verdadera medida del éxito académico se encuentra en nuestra capacidad de generar un cambio positivo en la sociedad. Pero es que este acercamiento también nos aporta grandes beneficios, tanto a nivel personal como académico.
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Doctora en Educación. Durante 10 años, pedagoga y orientadora educativa en diversidad de contextos. Actualmente, profesora de la Universidad de Valencia.