La asignatura de matemáticas suele quedar pendiente de refuerzo para el período vacacional y suscita diversas expectativas y sentimientos en el alumnado y en las personas adultas que acompañan a los niños y niñas en la realización de los ejercicios matemáticos.
«La ansiedad matemática se relaciona con la incomodidad o el afecto negativo al realizar tareas matemáticas y quienes experimentan ansiedad matemática pueden tener sentimientos de aprensión, tensión, preocupación y miedo.»
A medida que los niños y las niñas van progresando en los cursos de educación primaria y, sobre todo, cuando pasan a la secundaria, se aprecia cómo cierta parte del alumnado muestra más inseguridad y preocupación ante la asignatura de matemáticas. Manifiestan nerviosismo, impotencia ante la resolución de problemas, estrés al abordar las actividades más difíciles, tensión por obtener bajas calificaciones…
Las investigaciones han constatado que la ansiedad general, la ansiedad en los exámenes, la ansiedad matemática y la relación entre matemáticas y género son los factores individuales y contextuales que influyen directamente en el compromiso y el rendimiento en matemáticas.
Estos aspectos tienen mucho que hacer reflexionar a los y las profesionales que imparten la materia desde las primeras edades, ya que la calidad de la enseñanza y del aprendizaje de las matemáticas repercute en las expectativas y la autoeficacia del alumnado. Por otro lado, hay que tener en cuenta que participan menos mujeres que hombres en disciplinas STEM en la educación secundaria y en estudios superiores debido, en gran parte, a ideas promovidas por las construcciones sociales de género. Estos factores influyen negativamente en las percepciones y decisiones que las niñas tienen sobre las matemáticas.
La buena noticia que nos aportan las investigaciones es que las interacciones de calidad entre las personas que comparten, por ejemplo, la resolución de problemas matemáticos pueden ayudar a mejorar el rendimiento y la comprensión de los conceptos y habilidades en la materia. En el contexto escolar, los grupos interactivos son la acción más idónea para desarrollar la intersubjetividad en torno al aprendizaje matemático y, por tanto, una oportunidad para aumentar y consolidar dicho aprendizaje.
Paralelamente, las familias también pueden desempeñar un papel fundamental mediante la participación efectiva desde casa, incorporando modelos, refuerzos y diálogos que promuevan el desarrollo de actitudes, conocimientos y comportamientos favorables. Por ejemplo, en la resolución de problemas, realizando en primer lugar una lectura dialógica del enunciado; formulando preguntas reflexivas que den pie a respuestas argumentadas, utilizando lenguaje matemático, razonando los pasos a seguir para buscar la solución, para encontrar las respuestas… Algunas preguntas podrían ser:
• ¿Cuál es la situación a resolver que plantea el problema?
• ¿Qué datos hay para resolverlo y qué relación hay entre ellos?
• ¿Qué contenidos teóricos matemáticos debo entender para poder solucionar el problema?
• ¿Qué operaciones o cálculos se pueden hacer para encontrar más datos y llegar a la solución?
• ¿Hay varios procesos distintos para llegar a la solución correcta? ¿Cuáles? ¿Por qué?
• ¿Con qué contextos de la vida real se puede relacionar el problema?
Es importante que la persona adulta muestre que está invirtiendo esfuerzo, atención y ayuda cuando el niño o niña lo necesita, a la vez que respeta los ritmos de procesamiento de la información. Si la interacción es relajada, cómoda y recíproca, ayuda a tener una comunicación clara y equilibrada a nivel emocional. Así, las interacciones cobran calidad y, consiguientemente, mejoran las aptitudes para resolver los problemas matemáticos.
En definitiva, abordar el aprendizaje matemático en diálogo y reflexión ayuda a las niñas y niños a tener actitudes positivas en torno a las matemáticas y, en consecuencia, favorece su rendimiento.
