Pedagogía del oprimido, de Paulo Freire
Cuando empecé a participar en la tertulia pedagógica dialógica “A hombros de gigantes” de Valencia, estudiando 2º de Magisterio, Pedagogía del oprimido de Freire fue el primer libro que leí y debatí, y me cambió la vida. En toda la carrera no leí casi ningún otro libro, y desde luego ninguno de la importancia e impacto de este. Me abrió los ojos, me insufló aire, y gracias al debate de la tertulia ordenó sentimientos e ideas que tenía en mi cabeza; así creo que les ocurrió a las cerca de 100 personas que lo debatimos. Este libro se publicó en 1969, y su vigencia es clarísima. Gracias al trabajo intenso y duradero del equipo de profesorado con quien ahora comparto docencia en el grado de Magisterio, he tenido la suerte de poder ofrecer este libro a estudiantes de 1º de Magisterio de infantil y primaria. Cito a continuación algunos de los profundos párrafos y reflexiones, de los primeros dos capítulos de cuatro, que el alumnado universitario tuvo oportunidad de debatir en esos espacios de diálogo sobre el libro.
En el primer capítulo, Freire plantea que solo la solidaridad verdadera de personas que no están oprimidas es la que hace posible la transformación. Esta generosidad verdadera se pone al lado de las personas oprimidas y, de la mano y con altas expectativas, busca generar autonomía y transformación. Desde el diálogo, se hacen conscientes no solo de que la situación de opresión —que les han hecho creer como inamovible— puede cambiarse; sino de que la verdadera transformación del mundo es instaurar una forma de relacionarse diferente, desde las relaciones igualitarias. Si no se hace esto, Freire plantea que las personas oprimidas pueden ver la posibilidad de pasar a ser ellas las opresoras como forma de salir de su situación.
«La verdadera solidaridad con ellos está en luchar con ellos para la transformación de la realidad objetiva que los hace “ser para otro”.»
«Si no es autoliberación —nadie se libera solo— tampoco es liberación de unos hecha por otros.»
«Esta búsqueda del ser más no puede realizarse en el aislamiento, en el individualismo, sino en la comunión, en la solidaridad de los que existen, y de ahí que sea imposible que se dé en las relaciones antagónicas entre opresores y oprimidos.»
En el capítulo dos, se inicia una crítica profunda a la educación bancaria, en la que se considera a los educadores como expertos que depositan conocimientos en los educandos pasivos, que memorizan mecánicamente. Freire no menosprecia la memorización, solo critica aquella que no es reflexionada en diálogo y, por lo tanto, no tiene sentido. Plantea las negativas consecuencias de esta educación:
«…“Cuatro veces cuatro, dieciséis”; “Perú, capital Lima”, que el educando fija, memoriza, repite sin percibir lo que realmente significa “cuatro veces cuatro”. Lo que verdaderamente significa “capital”.»
«No puede haber conocimiento, pues los educandos no son llamados a conocer sino a memorizar el contenido narrado por el educador. No realizan ningún acto cognoscitivo, una vez que el objeto que debiera ser puesto como incidencia de su acto cognoscente es posesión del educador y no mediador de la reflexión crítica de ambos.»
«Cuanto más se les imponga pasividad, tanto más ingenuamente tenderán a adaptarse al mundo en lugar de transformar, tanto más tienden a adaptarse a la realidad parcializada en los depósitos recibidos.»
Frente a esto, Freire sugiere una educación problematizadora, que es esencialmente dialógica:
«De este modo, el educador ya no es solo el que educa sino aquel que, en tanto educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado, también educa. Así, ambos se transforman en sujetos del proceso en que crecen juntos y en el cual “los argumentos de la autoridad” ya no rigen.»
«Ahora, ya nadie educa a nadie, así como tampoco nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión, y el mundo es el mediador»
Este libro reencanta y da mucho sentido profesional al profesorado. Desde la educación, en cada aula y centro, gracias a estas reflexiones que llevan a la acción, sí podemos contribuir a mejorar la vida de numerosas personas en situación de opresión:
«Estamos convencidos de que la reflexión, si es verdadera reflexión, conduce a la práctica. (…) De no ser así, la acción se vuelve mero activismo; o la reflexión un juego diletante de palabras huecas, un “rompecabezas” intelectual.»
«Si esta educación solo puede ser realizada, en términos sistemáticos, por la sociedad que hizo la revolución, esto no significa que el liderazgo revolucionario espere llegar al poder para aplicarla.»
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Doctor por la Universitat Rovira i Virgili con una tesis sobre upstanders desde las masculinidades y la educación para erradicar la violencia de género. Graduado en Magisterio de Educación Primaria.