La elección de delegado o delegada es una de las primeras tareas de las sesiones de tutoría a comienzos de curso. Hace unos días, una exalumna, que ahora cursa segundo de ESO, me contó la siguiente experiencia. Era la última hora de la mañana en el instituto, tocaba la elección de delegado o delegada. El tutor reparte unos papeles en blanco en los que cada uno anota a su candidato o candidata preferido. Hay un empate entre una alumna, estudiosa y respetuosa con compañeros y profesorado, y el “malote” de la clase, alumno con las características de la masculinidad tradicional dominante. Para desempatar el tutor decide realizar una votación a mano alzada. El resultado, tres votos para la buena alumna y diecinueve votos para el “malote” del grupo. ¿Qué ha ocurrido?

El discurso coercitivo dominante, que vincula la atracción con la violencia, ya estaba presente en la primera votación (el “malote” ha tenido la mitad de los votos de la clase). Se ha potenciado al máximo con la elección a mano alzada, ya que la clase se ha convertido en un espacio no seguro. La ciencia ya ha demostrado el efecto de la presión del grupo de iguales en la adolescencia. La primera votación también nos lleva a pensar que a gran parte del alumnado no les gusta este alumno, pero tienen ese discurso tan interiorizado y están tan presionados que acaban aceptando la situación.

Qué diferente habría sido si este profesor o profesora hubiera actuado en base a las evidencias científicas sobre el tema. Seguramente este docente habría trabajado para que sus tutorías se convirtieran en espacios seguros libres de violencia. Habría dialogado con su alumnado sobre la socialización preventiva a través de la lectura de artículos basados ​​en las últimas evidencias sobre temas como el propio discurso coercitivo dominante, la prevención de la violencia de género o las nuevas masculinidades alternativas. Escoger al delegado o delegada habría sido, seguramente, por democracia deliberativa, donde el diálogo igualitario toma protagonismo y ganan fuerza los argumentos de validez y no los de poder.

Trabajando de este modo, el acto de elección de la persona representante de la clase, que fue realizado de forma totalmente coaccionada, quizás se habría convertido en un acto libre y democrático.

[Imagen: Unsplash]
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Licenciada en psicopedagogía. Maestra de PT y primaria en el CRA Araboga y miembro del seminario "A hombros de gigantes" de Castellón