He sido monitor educador en scouts y en Cáritas durante más de 10 años en diversidad de actividades y acampadas, acompañando a jóvenes que tenían desde 7 hasta 22 años. Hace unos días introdujimos la necesidad de aplicar las evidencias científicas en educación en contextos no formales, como en campamentos. Hoy ponemos algunos ejemplos de cómo se pueden llevar a la práctica, con éxito y satisfacción para quien participa, las evidencias sobre convivencia y socialización preventiva de la violencia:
- Podemos planificar momentos diarios de asamblea, y una dinámica general en la que se puedan denunciar actitudes violentas y valorar comportamientos valientes. Para ello es esencial crear condiciones como las de los clubes de valientes violencia cero, en los que previamente se consensúa con ejemplos concretos qué es violencia, valentía, amistad, cobardía; y se deja claro que quien denuncia y defiende frente a la violencia es un crack, y quien la ejerce o la permite actúa como un cutre y cobarde.
- Seguido a esto, es clave educar la mirada de los monitores, que con frecuencia suelen desarrollar cierto colegueo con los chavales menos ejemplares, mientras dejan de lado a quienes se portan perfectamente y son solidarios. Tiene que suceder justo lo contrario: ignorar a los que tienen un perfil subidito y conseguir que el grupo ponga en el altar a los menores más bondadosos e igualitarios.
- A la hora de programar, hemos de dejar atrás juegos o actividades en las que se fomenten los tocamientos íntimos. En nombre de una falsa «educación emocional», a veces se promueven masajes, juegos en los que unos niños se tienen que besar con otros, a veces a la fuerza. El aprendizaje inconsciente es rotundo: «tengo derecho a tocar y debo aceptar que me toquen, me guste o no». Frente a esto, no hay mejor educación emocional que educar en la amistad verdadera, o promover espacios de diálogo en torno a una película, un texto o una canción.
- En relación, no hay que olvidar garantizar también la seguridad frente al abuso infantil, asegurando que ningún monitor o monitora se quede a solas con menores o que duerman junto a ellos y ellas.
- Siguiendo con las actividades, también se han de superar los juegos en los que hay peleas, golpes o forcejeos. ¿Somos tan reaccionarios como para, con la excusa de que «siempre se ha hecho», perpetuar dinámicas con gran riesgo de daño y de fomentar comportamientos agresivos? Hay miles de actividades deportivas o de otro tipo que no requieren nada de esto.
Hay una clave que subyace a todo este cambio: la transformación inicial del voluntariado, que muchas veces tiene una asociación errónea entre lo bruto y superficial como «lo que mola», y lo profundo y seguro con «lo aburrido». Este patrón de pensamiento está en la sociedad pero podemos cambiarlo, por el bien de esas personas a quienes dedicamos tantas horas e ilusión: porque no hay nada más divertido que un espacio libre de toda presión y toda violencia.
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