Vivimos en una sociedad en constante cambio pero aún estamos anclados en la idea de que un beso y un abrazo lo arreglan todo. Nos hemos socializado pensando que cualquiera puede tocarnos o invadir nuestro espacio y, si te sientes incómodo, cuando lo hacen pueden llegar a pensar que eres un estrecho o estrecha, porque está tan normalizado en nuestra sociedad que no sabemos cómo gestionarlo.
En las escuelas ocurre lo mismo; aquellas que no basan su educación en evidencias científicas y continúan trabajando la educación emocional paralelamente a los aprendizajes, o dedican media hora al día para hacerse masajes entre ellos para relajarse o hacer actividades que requieren de contacto físico sin consentimiento o sin una reflexión previa, están educando (sin saberlo) en el sometimiento a la violencia sexual y además están dando alas a las actitudes agresoras para continuar agrediendo a la víctima en espacios de “relajación”.
Constantemente en las noticias salen casos de abusos sexuales a menores por parte de alguien conocido o muy cercano al niño o la niña. Si en las escuelas normalizamos que las personas con las que convivimos diariamente nos pueden acariciar, besar, abrazar, masajear, etc. sin consentimiento, creamos confusiones entre nuestro alumnado que a la larga pueden tener repercusiones muy graves en su vida. Enseñar a decir “no” o “no me gusta que…”, dar herramientas necesarias para poder prevenir diferentes tipos de abusos, es básico para poder tener una sociedad igualitaria y libre de violencia.
Más importante que las emociones son los sentimientos, que incluyen y refuerzan las emociones positivas. Las amistades y los amores (sentimientos) que tienen niños y niñas tendrán una gran influencia en su vida personal, académica y profesional futura. Por ello, es fundamental que la escuela fomente el sentimiento de amistad. La amistad no se enseña pero sí se puede fomentar desde las escuelas a partir de actividades cotidianas basadas en el diálogo igualitario.
Es muy importante que el profesorado sepa diferenciar entre formaciones basadas en ocurrencias y formaciones basadas en evidencias científicas para dejar de perpetuar prácticas que ya sabemos que no funcionan porque tienen consecuencias nefastas para nuestros alumnos y alumnas. Como profesionales podemos transformar nuestra mirada compartiendo espacios de diálogo a partir de artículos e investigaciones científicas de nivel internacional.
Las escuelas que además incluyen e involucran a las familias para realizar asambleas, comisiones mixtas, elaborar normas de forma colaborativa, es decir, participan conjuntamente en la gestión de los centros, la creación de normas y resolución de conflictos, mejoran cualitativamente la convivencia tanto dentro como fuera de la escuela.
El testimonio de la maestra Marta Picó Simón es muy clarificador. Ella empezó a trabajar, en 2018, en una escuela cuyo proyecto educativo es de Comunidades de Aprendizaje. El 21 de enero de 2023 se estaba realizando el IV Encuentro regional de CdA de Castilla-La Mancha. En una de las mesas de diálogo Marta dijo:
Cuando empecé a trabajar en la escuela un alumno me preguntó: “¿Te puedo abrazar?” En ese momento me di cuenta de lo afortunada que era al haber conseguido una plaza definitiva en una escuela donde trabajan las emociones y sentimientos unidas al aprendizaje en base a evidencias científicas. Ahora, cuando por ejemplo es el cumpleaños de un niño o niña de la escuela, le pregunto si le apetece que lo felicite con un abrazo o no, y lo respeto.
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