Claves que mejoran la intervención educativa con alumnado con trastorno de conducta.
La presencia de alteraciones y trastornos de conducta en el aula constituye una de las principales preocupaciones de la comunidad educativa. De hecho, son la principal causa de derivación a los servicios de salud desde el ámbito educativo, puesto que suponen un gran reto para la convivencia de los centros.
A veces el profesorado atribuye las causas de estas conductas al propio alumno o alumna o a su familia, o las percibe como un constante desafío a su autoridad. Estas percepciones funcionan como importantes barreras para la inclusión de este alumnado, que se encuentra en un serio riesgo de exclusión educativa y social puesto que suele presentar un bajo rendimiento académico, dificultades para establecer relaciones sociales adecuadas con sus compañeras y compañeros y mayor riesgo de abandono escolar.
El trastorno de conducta (TC) es un trastorno psiquiátrico frecuente y muy debilitante que suele aparecer en la infancia o la adolescencia y se caracteriza por un comportamiento antisocial y agresivo grave. Frecuentemente, ocurre junto con el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y, a menudo, conduce a un trastorno de personalidad antisocial en la edad adulta. (Fairchild et al., 2019)
¿Qué nos dicen las investigaciones más relevantes respecto a la causa del trastorno de conducta?
Existen factores de riesgo tanto genéticos como ambientales y lleva asociadas, a su vez, alteraciones neurocognitivas. Con frecuencia, coexiste con el trastorno depresivo mayor, particularmente en niñas. Asimismo, suele tener comorbilidad con el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), cuyos síntomas se desarrollan de forma más temprana, grave y persistente, así como con tasas más altas de discapacidad intelectual y de lectura. Además, hay estudios que lo asocian con el abuso de sustancias en la adolescencia.
En la mayoría de investigaciones se observan influencias ambientales, con factores de riesgo prenatales y perinatales, como el abuso de tóxicos y situaciones de estrés; familiares, como maltrato y situaciones de abandono; así como factores educativos y comunitarios. De hecho, una investigación de gran impacto destaca la violencia escolar como un factor crucial a la hora de desarrollar problemas psiquiátricos en la infancia y la adolescencia tanto para los acosadores como para las víctimas.
¿Qué podemos hacer desde los centros educativos?
Los centros educativos pueden desarrollar importantes funciones preventivas, ya que son espacios sociales privilegiados. A continuación se describen algunas claves importantes:
- Crear un clima general de centro que favorezca la convivencia, las buenas relaciones con el profesorado y un estilo de conducta favorable para el aprendizaje, mediante la creación de entornos educativos seguros libres de violencia. En este sentido, acciones de prevención de la violencia escolar, como el modelo dialógico de prevención y resolución de conflictos, pueden reducir el desarrollo de trastornos de conducta.
- Identificar a las niñas y los niños que corren más riesgo de tener problemas graves de conducta de forma temprana, que es cuando el tratamiento es más eficaz. Esto es especialmente importante durante las etapas de educación infantil y primaria.
- Promover la participación familiar en la cultura del centro, así como actividades educativas que promuevan la resolución de conflictos conjunta, puesto que las intervenciones basadas en evidencias con mayor impacto se basan en intervenciones basadas en los principios del aprendizaje social.
- Desarrollar actuaciones educativas que ayuden al alumnado con trastorno de conducta a regular sus emociones y la toma de decisiones basadas en el refuerzo positivo del comportamiento deseable del niño y la niña, así como mejorar el desarrollo moral y las habilidades sociales. La mejora de los resultados educativos podría considerarse un factor de protección a la hora de minimizar los comportamientos delictivos y reducir la exclusión social.
La mejor intervención para el alumnado con trastornos de conducta se encuentra en entornos educativos y familiares seguros y libres de violencia.
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