Estamos viviendo un reto educativo lleno de beneficios sociales, culturales, educativos y de valores para los alumnos, las alumnas y sus familias, que es la inclusión. Vivimos en una creciente diversidad cultural, sexual, religiosa… y en la escuela debemos educar en la interculturalidad a través del diálogo y la participación de toda la comunidad para terminar con prejuicios, racismo, exclusión y discriminación.
A las escuelas, por suerte, cada vez asiste más alumnado con diversidad funcional que debe tener las mismas oportunidades de aprendizaje que el resto de sus compañeros y compañeras, pero ¿cómo lograr una inclusión de calidad? Para poder conseguirlo debemos cuestionarnos los modelos de agrupamiento que estamos realizando en nuestro centro y tener como referente lo que nos dice la comunidad científica internacional al respecto.
El proyecto I+D MIXSTRIN ‘Formas de agrupación del alumnado y su relación con el éxito escolar: Mixture, Streaming e Inclusión’ definió de qué forma y en qué medida los modelos de agrupación del alumnado definidos por la comunidad científica internacional se están desarrollando en España. Uno de los principales resultados fue la clasificación de tres modalidades de agrupación para dar respuesta a la diversidad, así como las implicaciones positivas o negativas que deriva de cada una de ellas:
- Mixture: Es una organización del aula que incluye a alumnado heterogéneo en cuanto a rendimiento, dominio del idioma y diversidad cultural, pero con un único profesor. Este modelo no logra dar una respuesta eficaz a la diversidad.
- Streaming: Se define proporcionando diferentes estándares de currículo a grupos de alumnado en función de su capacidad y separando a los estudiantes diferentes a través de la agrupación por capacidad o colocándolos en grupos especiales fuera del aula con maestros adicionales. Es el más extendido y también se puede ver dentro de las aulas cuando ponemos juntos al alumnado con más dificultades. Este modelo no solo no ayuda a compensar las desigualdades ni el desnivel competencial, sino que los aumenta. Por otro lado, sabemos desde hace décadas que esta segregación tampoco beneficia al alumnado de mayor nivel, y además perjudica al desarrollo de todas y todos (en valores y aprendizajes), al privarles de las oportunidades que ofrece la diversidad.
- Inclusión: Se basa en mantener la heterogeneidad del aula incorporando en ella recursos que proporcionen el apoyo necesario de manera compartida, para que todos y todas accedan a los mismos contenidos de aprendizaje.
Los dos primeros modelos encuentran serias dificultades para dar una respuesta de calidad a la cada vez mayor diversidad del alumnado. En concreto el streaming conduce a currículums de bajas expectativas, enseñando al alumnado más vulnerable, y con más necesidades, habilidades de más bajo nivel, dándoles por tanto una educación de baja calidad. En cambio, la inclusión fomenta la práctica de la ayuda entre pares y se ha demostrado que aumenta la interacción en el aprendizaje, la autoestima, el respeto mutuo, la solidaridad, la aceptación de la diversidad y genera altas expectativas.
En definitiva, la educación inclusiva permite que cualquier alumno tenga acceso a los mismos derechos educativos y sociales. Aunque todavía queda un largo camino por recorrer para lograr una atención y educación de calidad, pero seguro que si vamos de la mano de las evidencias científicas lo conseguiremos.
[Foto de Taylor Flowe en Unsplash]