En ocasiones, se hacen comentarios como “los niños se tienen que aburrir” o “cuando acaba el cole, a jugar, ¡ya está bien de trabajar!”, dotando así de poco atractivo, incluso de negatividad, el hecho de seguir aprendiendo y desarrollándose fuera del ambiente escolar. Eso no ocurre solamente en diálogos entre familiares o amistades, sino también entre el profesorado. Y tampoco es cuestión de personas con poca vinculación a lo académico, sino de muchas cuyos hijos e hijas asisten al conservatorio de música o danza, a la academia de inglés, de pintura o practican algún deporte, entre otras muchas cosas que se podrían citar. 

Hay cierta tendencia a percibir la tarea escolar como una sobrecarga, “un rollo” o incluso estrés tóxico, por lo que en muchos centros se está dejando de priorizar, sin pararnos a pensar que muchos niños y niñas no tienen la oportunidad de ampliar sus actividades fuera del recinto escolar, como si asistir a cualquiera de las anteriormente mencionadas estuviese desvinculado de seguir aprendiendo.

Reforzar lo aprendido, ampliar conocimientos y divertirse es posible gracias a actuaciones de éxito que se están llevando a cabo en cada vez más centros escolares, como la biblioteca tutorizada, en la que la extensión del tiempo de aprendizaje, con más personas, en colaboración con iguales o personas adultas voluntarias, permite el acceso a interacciones educativas de calidad como la lectura, diferentes tipos de tertulias dialógicas como las literarias, artísticas o musicales, y otras como realizar tareas escolares de matemáticas y lengua, jugar al ajedrez, aprender inglés, participar en talleres de ciencias, de radio… 

Además, no solamente es un espacio óptimo para el alumnado de secundaria y de primaria, sinó también para los y las más “peques”, los niños y las niñas de infantil, que pueden también disfrutar de los aprendizajes que se desprenden de participar en las actividades anteriormente mencionadas, pues la biblioteca se prepara para crear un contexto seguro. En algunas escuelas el alumnado de 3 a 6 años, después de la jornada lectiva, se queda para que les lean en voz alta textos de alta calidad cultural como son los mitos griegos, para reforzar los aprendizajes vinculados a la lectoescritura o las matemáticas, para dialogar sobre las mejores obras artísticas como ‘Las Meninas’ de Velázquez o ‘Scherezade’ de Rimsky-Kórsakov y para jugar. Siempre asegurando interacciones de calidad libres de violencia.  

Por lo tanto, y como nos viene demostrando la evidencia científica, ampliar el tiempo de aprendizaje más allá de la jornada escolar no es ni mucho menos algo negativo para la infancia sino más bien todo lo contrario, sobre todo cuando se hace priorizando el aprendizaje y asegurando la cantidad y la calidad de las interacciones.

[Imagen de una escuela haciendo tertulias artísticas ]

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Por Elísabet Gómez

Maestra de educación infantil y primaria