La mayoría de docentes, de todas las etapas, hemos tenido unas semanas de vacaciones en las que muchas y muchos hemos podido hacer algún viaje, escaparnos al pueblo o visitar a amigos o familiares de otros lugares. Ahora llega el momento de regresar a casa, de regresar al trabajo y a nuestros lugares, pero ¿cómo nos planteamos este regreso?
En la literatura podemos encontrar diferentes ejemplos de personajes que regresan a sus hogares después de un periodo de tiempo fuera. Algunos lo viven con más ilusión que otros. Nosotras y nosotros podemos elegir qué historia nos inspira. Yo me quedo con la de la Odisea, en la que el regreso a Ítaca por parte de Telémaco y de Ulises es muy deseado e ilusionante. Así quiero vivir yo el regreso a mi centro educativo, a mi Ítaca, no solo porque sea mucho más bonito, sino porque vivirlo como algo negativo, como un castigo, como una desgracia (oigo muchos comentarios y veo publicaciones en redes en esta línea) tendrá un impacto negativo en el inicio del curso académico y, la verdad, es bastante triste.
En cada una de nuestras Ítacas nos esperan muchas personas: compañeras y compañeros, alumnado, familiares, personal no docente… Pero también proyectos, ilusiones, retos educativos que superar y sueños de mejora educativa. Si eso no nos da ganas de regresar, tal vez deberíamos pensar qué efectos puede tener ese desencanto en nuestra profesión y en nuestras vidas.
En la Odisea, Atenea es la de los ojos brillantes y de este brillo en los ojos hablaba mucho Jesús Gómez como la clave para mejorar el mundo. En Amistades Creadoras se habla mucho de la importancia del optimismo como requisito para soñar un mundo mejor y construirlo día a día, de cómo las personas pesimistas no confían en esa posibilidad y perjudican sus propias vidas. Como dice este libro, hay millones de personas que sin dejar de ser críticas con la realidad deciden hacer algo para mejorarla.
Tenemos una oportunidad este curso para regresar con ilusión desbordante, con optimismo y con el brillo en los ojos que llegará a las comunidades educativas para irradiar posibilidades y esperanza. Mañana, cuando regrese a mi centro educativo, llevaré la alegría por volver a juntarme con un equipo que tiene en sus manos mejorar la educación porque, como le dice Atenea a Telémaco: «(…) no está bien vagar más tiempo fuera de casa». Regresemos a nuestras “casas”, a nuestros centros educativos, con la emoción de quien ha pasado un tiempo lejos. Porque los niños y niñas, adolescentes y jóvenes, nos están esperando.