Ann L. Coker desde Kentucky, y múltiples personas colaboradoras, llevan más de dos décadas investigando y publicando en revistas científicas de primer nivel los efectos del programa con enfoque bystander intervention Green Dot. Inicialmente aplicado en contextos universitarios, pasó a aplicarse también en institutos y educación primaria. El fin del programa es parar y prevenir la violencia sexual y otras formas de violencia interpersonal mediante la concienciación de todas las personas de la comunidad como agentes activos que intervienen. Cada acción “upstander” es un “green dot” (punto verde), mientras que cada acción que contribuye de alguna manera a la violencia es un “red dot” (punto rojo).

En este artículo introducimos la publicación de 2017 en la revista American Journal of Preventive Medicine (con 8 autorías). Las personas investigadoras aseguraron que se realizaba una implementación rigurosa y completa en los 26 institutos estudiados antes de considerar sus resultados; además, es destacable que compartieron dichos resultados con cada centro y de manera pública, y también con la comunidad científica internacional. Solo continuaron ofreciendo el programa Green Dot tras demostrar la reducción aguda y sostenida de la violencia.

De los 26 institutos, 13 fueron grupos intervención y otros 13, grupos control: estos últimos estaban en condición de “lista de espera” para recibir la formación de Green Dot tras los 5 años de estudio. La formación consistía en una sensibilización a todo el centro y formación más específica a “líderes de opinión popular” (estudiantes respetados y seguidos por la mayoría). 89707 estudiantes completaron cuestionarios anónimos anuales. La media de eventos de violencia sexual prevenidos por la intervención fue 120 en el año 3 y de 88 en el año 4. Hubo descensos claros de violencia en los centros con intervención respecto a los institutos control.

Como hemos dicho, hay diversas publicaciones sobre Green Dot en distintos contextos. Con todo lo positivo, una limitación que podemos comentar del programa Green Dot es que solo da una formación extensiva a un 12-15% del estudiantado, a esos “líderes” que supuestamente van a difundir las actitudes upstander entre el resto. Si bien lo hace con el objetivo de que la información no llegue solo desde la mirada ética del profesorado, no garantiza que llegue de forma alguna. No obstante, los centros educativos formales tienen la obligación profesional de hacer llegar a todo su alumnado, y a toda la comunidad educativa, las actuaciones que han mostrado científicamente reducir la violencia

Así, cada vez que en un aula hacemos, por ejemplo, una tertulia dialógica para acercar a todos y todas las evidencias sobre prevención, también llegamos a quienes más necesitan saber que es de cobardes tener comportamientos dominantes y violentos, y que pueden buscar en personas igualitarias las mejores amistades que les protegerán. En estos espacios de diálogo que debemos ofrecer continuamente, podemos buscar dos cosas para maximizar su impacto: que la conversación y los argumentos los den mayoritariamente ellos y ellas, los unos a los otros; y que aparezca un lenguaje del deseo con interacciones que unen seguridad y bondad. Quienes menos lo esperamos pueden ofrecer actos comunicativos con mucho liderazgo e influencia en el resto.

[Imagen: web oficial del estado de Dakota del Norte (EEUU)]
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Por Guillermo Legorburo

Doctor por la Universitat Rovira i Virgili con una tesis sobre upstanders desde las masculinidades y la educación para erradicar la violencia de género. Graduado en Magisterio de Educación Primaria.