Susana Gómez y Esther Roca
Ya ocurrió (así lo recoge la literatura científica de impacto social), durante la pandemia de la COVID-19, que la red de escuelas CdA “abrió las puertas” a la esperanza y la profunda solidaridad que diariamente practican, tejiendo redes de comunicación y colaboración entre sus comunidades, no solo mitigando los daños que hubo en muchos otros contextos sino generando nuevos impactos que aún hoy perduran y se mantienen. Cuando se trabaja día a día desde la solidaridad y el cuidado, el sentimiento no hace falta pensarlo, sale y sale rápido, cuando más se necesita.
Y así ha ocurrido en esta ocasión con la crisis provocada por la DANA que sobrevino a la ciudad de Valencia y las comarcas del alrededor el pasado martes. Tanto durante como tras el desastre, rápidamente personas y escuelas situadas en los pueblos más afectados por el desastre se han movilizado por las diferentes redes, contactos, asociaciones educativas, para la búsqueda y localización de todo su alumnado y familias, para procurar que estuvieran bien y tratar de ayudarlas con sus necesidades más inmediatas. Alguna ya ha logrado un mapeo completo de su comunidad educativa, preparando ya la acogida y el acompañamiento futuros. Otras, en las zonas más catastróficas, se desviven por contactar con todas y cada una de ellas. Escuelas actuando como centros receptores y distribuidores de agua, comida, ropa, mantas, etc.; personas de la comunidad que han acogido y están ayudando activamente a otras cuya casa ha sido devastada; profesorado que mantiene en estos momentos su posicionamiento activo contra los bulos que tanto perjudican nuestras vidas y que son pasto de las llamas en este tipo de situaciones.
Profesorado, personas investigadoras, familiares y otros agentes educativos van dialogando y cocreando ya conjuntamente, tomando de referencia la literatura científica internacional, para llenar de esperanza, amistad y amor las miradas de la infancia más dañada por la tragedia. Se preparan para reducir el impacto de una DANA que ha destruido, pero cuyos daños podemos contribuir a reducir desde la solidaridad, el compromiso, la investigación y los movimientos educativos. Ya lo estamos haciendo.
Profundo sentido y agradecimiento hacia la labor que en estos momentos se encuentran desarrollando estas comunidades; ojalá inspire a muchas a seguir actuando del mismo modo en lo venidero.
En alguna localidad se erige intacta como uno de sus edificios principales la escuela; y estas abren sus puertas dibujando esperanza de forma muy especial para uno de nuestros más hermosos tesoros, nuestra infancia.