Las escuelas que están logrando mayor éxito en la inclusión de todo tipo de alumnado, la que consigue las más excelentes mejoras de resultados, centran sus esfuerzos y su orientación en aquellas actuaciones educativas que generan ese éxito. Eso mismo es lo que hace la ciencia en otros ámbitos diferentes al educativo, como en la medicina: centra sus esfuerzos en esas mismas actuaciones que logran el éxito, como por ejemplo las vacunas anti-COVID-19.
Frecuentemente, esas escuelas son bombardeadas con propuestas como, por ejemplo, incluir en sus proyectos cualquier tipo de índex de inclusión. De esa forma, ese bombardeo quiere atribuir el éxito que están obteniendo con su esfuerzo en esas actuaciones a unos índices que sirven para desviarlo de ese objetivo y, por lo tanto, disminuir sus mejoras de resultados. De repente se presenta a los señores o señoras que han creado esos índex (y que con frecuencia añaden su apellido a los mismos) como los grandes referentes de la inclusión, en lugar de quienes la están logrando en la práctica con las evidencias científicas del más alto nivel, que son las evidencias científicas de impacto social.
Los índex de inclusión, con este u otros nombres, pretenden que las escuelas dediquen tiempo y esfuerzo a medir el nivel de inclusión que tienen, de acuerdo con unos criterios establecidos por unos expertos externos, y fomentar que en el futuro cumplan mejor esos criterios. Su referencia no son las actuaciones científicamente validadas por su impacto social, sino lo que dicen esos expertos externos en una dinámica top down, aunque ellos nunca hayan conseguido la inclusión en ninguna escuela.
Si fuéramos profesionales de los hospitales, nos centraríamos ahora en aplicar las vacunas y los tratamientos que han demostrado científicamente su eficacia, es decir, las actuaciones de éxito en salud. La educación no es menos importante que la salud y quienes somos profesionales de la educación no somos menos que los profesionales de la salud. Merecemos el mismo respeto, la misma dignidad y la misma libertad para dedicar nuestros esfuerzos a lo que mejora los resultados de nuestro alumnado. Es mejor para nuestro alumnado, para nuestra profesionalidad, para las familias, para la ciencia y para la sociedad que nos centremos en las actuaciones que logran inclusión, no en fomentar la fama y retribuciones de quienes, en lugar de lograr inclusión, quieren decir a los profesionales que la están consiguiendo cómo tienen que modificar lo que hacen.
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Catedrático Emérito de la Universidad de Barcelona. Investigador número 1 del ranking científico internacional Google Scholar en las categorías de "gender violence" y "social impact" (violencia de género e impacto social, respectivamente). Director de REVERS-ED.