Como cada 4 años, durante la disputa de la Eurocopa, en los medios de comunicación y las redes sociales ha existido una atención mediática volcada en apoyar a la selección española. Sin embargo, este año ha sucedido un hecho distintivo: las máximas estrellas y los jugadores más decisivos del equipo han sido Lamine Yamal y Nico Williams, ambos de familias migrantes.
Ambos han sido ampliamente apoyados, independientemente del origen de sus padres. Sin embargo, esto contrasta con lo vivido hace un mes en las elecciones europeas: con la emergencia de partidos xenófobos y racistas ha surgido un repunte evidente dentro del panorama nacional. Entre las propuestas de estos partidos se encuentran la eliminación de cualquier tipo de ayuda social para los extranjeros, reservando estas ayudas exclusivamente para los ciudadanos españoles, así como la deportación de aquellos que obtuvieron la nacionalidad a través de la entrada ilegal al país.
El apoyo a los partidos de extrema derecha en España sugiere que una parte de la población (entre quienes se pueden encontrar aficionados al fútbol) está de acuerdo con las propuestas y valores de estos partidos. De este modo, los goles de Lamine y Nico, celebrados por la afición, resaltan la incoherencia de que, según los principios promovidos por la extrema derecha, estos jugadores no habrían podido formar parte de la selección española, o ni siquiera habrían tenido la oportunidad de estar en el país.
De esta manera, existe una paradoja entre el creciente apoyo a los partidos de ultraderecha y el respaldo a la actual selección española. Esta contradicción evidencia cómo los discursos racistas y xenófobos no solo no contribuyen a la sociedad, sino que también impiden la realización de muchos aportes positivos de muchas personas en diversas áreas. Tal como la selección española ha llegado a la final de la Eurocopa gracias a la contribución de dos hijos de inmigrantes, es importante crear un entorno diverso e inclusivo que permita generar impactos positivos en la sociedad, independientemente del origen, la religión o la cultura de la persona.
Por lo tanto, se plantea un dilema: ¿apoyo sincero o hipocresía?
[Imagen: Unsplash]
Investigadora predoctoral en la Universitat de Barcelona